Misioneros de la misericordia (18-10-2015)

MISIONEROS DE LA MISERICORDIA

      Queridos hermanos en el Señor:  Os deseo gracia y paz.

       A través de la acción misionera, el Reino de Dios se anuncia, se dilata, se extiende, llega hasta los confines de la tierra.  Más que entristecernos por la realidad del descenso del número de misioneros, por el avance de la edad de los que entregan sus vidas y por la dificultad para encontrar relevo, debemos renovar nuestra oración personal y comunitaria para que el Señor suscite respuestas generosas ante esta delicada situación. Y para que surjan en nuestras comunidades iniciativas de colaboración. Es preciso continuar trabajando con intensidad en la cooperación misionera.      

       Todos los miembros de la Iglesia somos responsables de la misión. No nos resultan ajenas cuestiones como la implantación de la Iglesia en nuevas comunidades, el crecimiento y robustecimiento de la fe, la formación del clero nativo, el acompañamiento y discernimiento de las vocaciones, la promoción de las personas y el desarrollo integral de los pueblos. La misión debe continuar y es imposible hacerlo sin misioneros.      

      Todos los cristianos hemos de tener corazón misionero y mentalidad misionera. Esto significa estar abiertos a la totalidad de la Iglesia, con un horizonte sin límites, con una disponibilidad abierta y decidida.      

      El Espíritu Santo anima a vencer las resistencias, las vacilaciones e incertidumbres, las inseguridades y miedos. En la historia de la Iglesia ha habido personas que se han entregado con gran sacrificio a la vocación misionera a pesar de sus limitaciones.  El acento de la campaña de este año se sitúa en la misericordia. El lema es “Misioneros de la misericordia”. Se nos recuerda que misioneros son quienes, en la Iglesia “en salida” evocada por el Papa Francisco, se adelantan sin miedo y salen al encuentro de todos para mostrarles al Dios y Padre de Jesucristo. La misericordia es la palabra clave para indicar el actuar de Dios hacia nosotros. La misericordia “es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” (Misericordiae Vultus 10). La misericordia impregna el corazón de los misioneros para ir al encuentro de cada persona llevando el amor y la ternura de Dios.      

     En su “Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2015”, el Papa Francisco escribe: “La misión no es proselitismo o mera estrategia; la misión es parte de la "gramática" de la fe, es algo imprescindible para aquellos que escuchan la voz del Espíritu que susurra "ven" y "ve". Quien sigue a Cristo se convierte necesariamente en misionero, y sabe que Jesús "camina con él, habla con él, respira con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera" (Evangelii gaudium 266)”.      

      Nos enseña en Santo Padre: “La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, es una pasión por su pueblo. Cuando nos detenemos ante Jesús crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica y nos sostiene; y en ese mismo momento percibimos que ese amor, que nace de su corazón traspasado, se extiende a todo el pueblo de Dios y a la humanidad entera”.      

       Este año se celebra el cincuenta aniversario del Decreto “Ad gentes” del Concilio Vaticano II. En la conclusión de este importante documento se saludaba con gran amor a todos los predicadores del Evangelio, “especialmente a aquellos que sufren persecución por el nombre de Cristo, hechos partícipes de sus sufrimientos” (AG 42).            

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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