No busques lejos a quien está cerca (26-6-2016)

NO BUSQUES LEJOS A QUIEN ESTÁ CERCA

      Querido hermano en el Señor:  

      Te deseo gracia y paz.

       Eres un buscador empedernido: buscas respuestas a tus interrogantes; buscas consuelo en tus aflicciones; buscas sentido a tu vida; buscas orientación en tu camino; buscas compañía en tu soledad; buscas justicia en medio de los dramas de cada día, tanto personales como sociales; buscas perdón para tus pecados; buscas reconciliación con tus hermanos; buscas solidaridad para un mundo desgarrado.  Y te aproximas para preguntar, para solicitar ayuda y apoyo, para suplicar luz, para implorar amor, para intuir un mínimo gesto de comprensión, una leve caricia en el alma, un susurro suave, una ligera fragancia, un motivo para seguir viviendo, amando, esperando y creyendo.  

      Buscas constantemente y te abres a lecturas insospechadas, a experiencias múltiples, a viajes iniciáticos, a discursos envolventes. Sientes fascinación por este o aquel personaje de relieve. No puedes ocultar tu deseo. Y caminas, y corres velozmente. Y te alejas de tus propias raíces, y te pierdes en una infructuosa búsqueda.  

     Tal vez una noche, cansado de transitar, de imaginar nuevos horizontes, lees una página del Evangelio que habla de que antes de los orígenes, antes de que nada existiese, el Hijo, expresión del Padre, ya existía. El Hijo que se dirigía cara a cara al Padre Dios y que era Dios desde toda la eternidad. Y te sientes envuelto en un proyecto de amor incondicional y misericordioso que viene más allá del tiempo y que te llama por tu nombre.  Y comienzas a intuir que todo lo que existe ha sido creado por Él y para Él y que todo tiene consistencia en Él. Y sabes que no se trata de una palabra, sino de una persona en la que está la vida, la luz, la verdad, el bien, la bondad y la felicidad que tanto ansías. En la noche de tus tinieblas se enciende una luz tenue y definitiva.   

     No es una palabra, es una persona: Jesucristo. Y no estaba lejos de ti. Es el Hijo, que se ha hecho hombre por nosotros, ha vivido entre nosotros, y ha compartido todo lo humano, excepto el pecado, para convertirlo en cauce de gracia y de salvación.  Escuchas sus palabras nuevas y eternas, con la novedad de cada día y la eternidad de lo que no pasa ni se olvida. Contemplas el esplendor de su gloria y te das cuenta de que en Él todo es gracia y verdad. Descubres un abismo de riqueza, de sabiduría, de conocimiento y de amor. Intuyes unas decisiones insondables y unos caminos irrastreables.      

      Con Él, te sientes una persona nueva, nacida no de la carne ni de la sangre, sino del Espíritu Santo que alienta en tu pecho y te da vigor para ser testigo.      

      No busques lejos a quien está cerca, dentro de ti y a tu lado. En Él vives, te mueves y existes. En Él respiras. No lo olvides, es Jesucristo. Junto a Él, comienzas a comprender que esperar se opone a poseer. Esperar es caminar hacia el Invisible, aguardando la realización de nuestras esperanzas con la paciencia de quien persevera con total confianza.          

     Si Jesucristo está a tu lado, nada si nadie se podrá interponer entre su amor y tú. Ni los fracasos, ni las pruebas, ni las tribulaciones, ni las angustias, ni las persecuciones, ni las incomprensiones, ni el hambre, ni la desnudez, ni los peligros, ni las amenazas, ni siquiera la muerte, podrán separarte del amor de Dios manifestado en Jesucristo. Porque de Él, por Él y para Él existe todo.               

      Recibe mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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