Las opciones definitivas (3-7-2016)

LAS OPCIONES DEFINITIVAS

      Queridos hermanos en el Señor:  

      Os deseo gracia y paz.

      A nuestro alrededor encontramos personas generosas, capaces de grandes esfuerzos y de enormes sacrificios. Comparten su tiempo, sus fuerzas, sus energías, sus capacidades, sus cualidades y destrezas. Pero les asusta el reto de una opción definitiva, prolongada sin interrupción y sin cesar.       Hay jóvenes con alma grande que experimentan una llamada interior del Señor, que les invita a un seguimiento más directo y personal. Estarían dispuestos a dedicar parte de su vida a responder a esta llamada. Pero se atemorizan pensando que más tarde, tal vez, podrán replantearse su decisión.       Sigue habiendo quienes se interrogan sobre la posibilidad de entregarse a la vida consagrada, porque han conocido el gozoso y atractivo testimonio de algunas personas que irradian felicidad, luz y bondad desde su consagración.  Se dicen en su interior: “Tal vez, yo también…”. Pero se inquietan ante la posibilidad de que se trate de un espejismo pasajero.      

       Algunas personas sienten que han encontrado al amor de sus vidas. Después de diversos encuentros y de variadas experiencias, las “mariposas en el estómago” les indican que esta vez va en serio. Pero temen el desafío de un compromiso definitivo, totalmente y para siempre.           

       Conocemos a quienes están dispuestos a trasladarse más allá de nuestras fronteras, no simplemente para vivir una aventura, sino desde un sano espíritu de solidaridad, y hasta de justicia, para colaborar con alguna organización no gubernamental, o para participar en una experiencia directamente misionera. Pero durante un tiempo concreto, bien delimitado, sin dar el paso a una opción de por vida.       ¿De dónde procede este temor a las opciones definitivas? Estamos instalados en la cultura de lo provisional. Nos gusta experimentar, probar, cambiar. En ocasiones, nos dejamos arrastrar por vientos oscilantes, pensando que somos más genuinamente libres, y no apreciamos que, en lugar de movernos, somos movidos, y hasta zarandeados, por los demás. La duda y la desconfianza se instalan en nuestras entrañas y ya no es posible salir del atasco.      

       Las personas nos vamos haciendo, no estamos ya hechos de una vez para siempre. Con la gracia de Dios, nos vamos convirtiendo en lo que realmente somos, a base de mucho esfuerzo, de no pocas equivocaciones y de multitud de rectificaciones. Y todo ello en sintonía con el proyecto de Dios, haciendo nuestra su voluntad, y caminando en una dirección que Él nos indica, a través de un sendero en el que nunca no deja abandonados.      

       El carácter definitivo de nuestras opciones no procede de nuestras capacidades, ni de nuestra tenacidad, sino de la potente atracción del Señor que nos llama hacia Él a través de una concreta vocación (sacerdotal, de vida consagrada, misionera, matrimonial). Dios es fiel, es leal. Recordemos que Dios no elige a los capaces, sino que capacita a los elegidos.      

      No es saludable vivir asentados en la duda continua. Vivir es también arriesgar. Pero no es un riesgo ciego, sino iluminado por la tenue luz de la fe, que va creciendo cada día, y que despeja dudas, asegura la confianza, robustece la decisión y fortalece los pasos que, uno tras otro, se pueden dar en la dirección adecuada.      

      ¡No tengamos miedo a las opciones definitivas! Salgamos al encuentro del Señor que nos ama, nos elige, nos llama y nos envía.

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+ Julián Ruiz Martorell, obsipo de Jaca y de Huesca

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