La paciencia en la familia (16-10-2016)

LA PACIENCIA EN LA FAMILIA

      Queridos hermanos en el Señor:      

      Os deseo gracia y paz.            

       En los números 91 y 92 de la Exhortación apostólica “Amoris laetitia”, el Papa Francisco explica el sentido que tiene la paciencia, a la luz del himno de la caridad de san Pablo donde se dice: “El amor es paciente” (1 Cor 13,4).      

       El Antiguo Testamento afirma que Dios es “lento a la ira” (Ex 34,6; Num 14,18). La paciencia, según el Papa, “se muestra cuando la persona no se deja llevar por los impulsos y evita agredir” (AL 91).         El libro de la Sabiduría dice sobre Dios: “Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan” (Sab 11,23). Y añade: “Porque tu fuerza es el principio de la justicia y tu señorío sobre todo te hace ser indulgente con todos” (Sab 12,16).       Según el Papa “la paciencia de Dios es ejercicio de la misericordia con el pecador y manifiesta el verdadero poder” (AL 91). En la oración colecta del 26º domingo del tiempo ordinario rezamos: “Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia”.      

       En el número 92 de “Amoris laetitia” presenta una serie de precisiones que podemos enumerar de esta manera:      

1) “Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos”. Sufrir maltrato, agresión o despersonalización no se identifica con la paciencia.      

2) El problema surge “cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad”. Somos personas, no ángeles, y tenemos muchas imperfecciones. Y no debemos pretender ser el centro de atención en todo momento, ni buscar egoístamente el cumplimiento exclusivo de nuestra voluntad.      

3) Si nos centramos en nuestro propio criterio “todo nos impacienta, todo nos lleva a reaccionar con agresividad”.      

4) “Si no cultivamos la paciencia, siempre tendremos excusas para responder con ira”.      

5) Sin paciencia “nos convertiremos en personas que no saben convivir, antisociales, incapaces de postergar los impulsos, y la familia se volverá un campo de batalla”. La ineptitud para la convivencia y las actitudes antisociales pueden brotar de la incapacidad de postergar los deseos. Todo lo queremos aquí y ahora. Y continuamente discutimos y litigamos.      

6) San Pablo escribe a los cristianos de Éfeso: “Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad” (Ef 4,31).      

7) La paciencia “se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es”. Es preciso respetar el derecho que posee cada persona a ser de un modo peculiar.      

8) “No importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta con su modo de ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo esperaba”. Es posible experimentar que el otro pueda ser un obstáculo o que resulte incómodo por su estilo de vida o sus criterios y opiniones. Es frecuente tener expectativas elevadas sobre los demás que no se cumplen.      

9) “El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión que lleva a aceptar al otro como parte de este mundo, también cuando actúa de un modo diferente a lo que yo desearía”. Por todo ello, es necesario asumir las diferencias y trabajar por la unidad en la pluralidad.            

Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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