Despertar la memoria de nuestro bautismo (8-1-2017)

DESPERTAR LA MEMORIA DE NUESTRO BAUTISMO

       Queridos hermanos en el Señor:      

       Os deseo gracia y paz.            

       El Papa Francisco ha invitado en varias ocasiones a recordar la fecha de nuestro bautismo. En el Ángelus del 10 de enero de 2016 dijo: “Todos nosotros hemos sido bautizados, agradezcamos este don. Y os hago una pregunta: ¿Quién de vosotros conoce la fecha de su bautismo? Seguramente no todos. Por eso, os invito a ir a buscar la fecha preguntando por ejemplo a vuestros padres, a vuestros abuelos, a vuestros padrinos, o yendo a la parroquia. Es muy importante conocerla porque es una fecha para festejar: es la fecha de nuestro renacimiento como hijos de Dios”.      

     Hay personas que por vivir de modo coherente las consecuencias del bautismo llegan hasta derramar su sangre. Hay cristianos para los cuales profesar o celebrar públicamente la fe supone poner en riesgo la propia vida y, en ocasiones, perderla.      

     Por el bautismo se muere a un estilo de vida y se renace a la nueva vida que nos concede Cristo. Nos dice san Pablo: “¿Es que no sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva” (Rom 6,3-4).      

     En la Audiencia general del 8 de enero de 2014, el Santo Padre afirmó que el bautismo “no es una formalidad”. Y fue desgranado diversos elementos:      

     1) El bautismo “es un acto que toca en profundidad nuestra existencia. Un niño bautizado o un niño no bautizado no es lo mismo. No es lo mismo una persona no bautizada o una persona bautizada”.            

     2) “Nosotros, con el bautismo, somos inmersos en esa fuente inagotable de vida que es la muerte de Jesús, el más grande acto de amor de toda la historia; y gracias a este amor podemos vivir una vida nueva, no ya en poder del mal, del pecado y de la muerte, sino en la comunión con Dios y con los hermanos”.      

     3) El bautismo no es “sólo un acontecimiento que tuvo lugar en el pasado -y ni siquiera por voluntad nuestra, sino de nuestros padres-, por lo cual no tiene ya ninguna incidencia en el presente”.      

      4) “Conocer la fecha de nuestro bautismo es conocer una fecha feliz. El riesgo de no conocerla es perder la memoria de lo que el Señor ha hecho con nosotros; la memoria del don recibido”.      

       5) “Debemos despertar la memoria de nuestro bautismo. Estamos llamados a vivir cada día nuestro bautismo, como realidad actual en nuestra existencia”.      

       6) “Si logramos seguir a Jesús y permanecer en la Iglesia, incluso con nuestros límites, con nuestras fragilidades y nuestros pecados, es precisamente por el sacramento en el cual hemos sido convertidos en nuevas criaturas y hemos sido revestidos de Cristo”.      

       7) En virtud del bautismo “liberados del pecado original, hemos sido injertados en la relación con Dios Padre”.      

       8) Somos “portadores de una esperanza nueva (…): la esperanza de ir por el camino de la salvación, toda la vida. Esta esperanza que nada ni nadie puede apagar, porque la esperanza no defrauda”.      

       9) “Gracias al bautismo somos capaces de perdonar y amar incluso a quien nos ofende y nos causa mal”.      

      10) Por el bautismo “logramos reconocer en los últimos y en los pobres el rostro del Señor que nos visita y se hace cercano. El bautismo nos ayuda a reconocer en el rostro de las personas necesitadas, en los que sufren, incluso de nuestro prójimo, el rostro de Jesús”.      

       11) Nadie puede bautizarse a sí mismo. El bautismo es “un don que viene dado en un contexto de solicitud y de compartir fraterno. En la historia, siempre uno bautiza a otro y el otro al otro… es una cadena. Una cadena de gracia. (…) Es un acto de fraternidad, un acto de filiación en la Iglesia”.      

       12) “En la celebración del bautismo podemos reconocer las líneas más genuinas de la Iglesia, la cual como una madre sigue generando nuevos hijos en Cristo, en la fecundidad del Espíritu Santo”.           

        Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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