Cerca de Dios y de los hermanos (19-3-2017)

CERCA DE DIOS Y DE LOS HERMANOS

      Queridos hermanos en el Señor:      

       Os deseo gracia y paz.

       Los seminaristas conviven, rezan, estudian, trabajan por mantenerse “cerca de Dios y de los hermanos”, como afirma el lema del Día del Seminario de este año. Se preparan para ser pastores según el corazón de Dios y abren su joven corazón a todos.  Se sienten cerca de Dios en la oración de cada día, personal y comunitaria; tanto en el silencio de la habitación como en la liturgia de las horas, que santifica el tiempo porque lo sitúa en sintonía con los ritmos de cada momento: amanecer, alabanza, trabajo, esparcimiento, vida comunitaria, crecimiento espiritual, atardecer, acción de gracias, anochecer, descanso.      

        Cerca de Dios en el estudio sereno y eclesial de la teología, en la profundización en los misterios de Cristo, en la escucha atenta de la Palabra de Dios. De este modo van creciendo en su decidida voluntad de seguir incondicionalmente al Señor, de caminar tras sus huellas, de anunciar la Buena Noticia a todas las personas con las que se encuentran.      

       Cerca de Dios que oye el clamor del pueblo sufriente y escucha su gemido. Los seminaristas saben que su cercanía a Dios los impulsa a aproximarse a los hermanos, especialmente a los más necesitados, a aquellos que la sociedad descarta y desecha. Quien se siente próximo al Señor está necesariamente cerca de las personas, “pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4,20).      

        Están cerca de los hermanos en la convivencia; en el discernimiento continuo de la propia vocación; en la disponibilidad para el servicio; en el crecimiento y consolidación de las virtudes y características de cada personalidad; en la corrección fraterna de debilidades y limitaciones; en la obediencia, siempre de corazón y nunca fingida; en la colaboración en las tareas domésticas; en la plena inserción con los proyectos y actividades de la Diócesis; en el gozoso aprendizaje en el trabajo pastoral; adquiriendo experiencia en las parroquias, en los grupos; recibiendo consejo y compartiendo vivencias.       

          Los seminaristas son jóvenes de esta época, con sus cualidades y defectos, con sus rasgos peculiares y las características propias de su edad y formación. Están en proceso, secundando el proyecto que Dios tiene para cada uno. Alaban y bendicen al Padre por todos los dones que derrama abundantemente sobre ellos. Viven la comunión propia de los discípulos de Jesús. Reciben la gracia del Espíritu Santo que les capacita para la misión.      

         Los seminaristas también tienen pasado. Algunos llegan con cicatrices en el corazón, pero aprenden a mirar hacia atrás con gratitud y nunca con nostalgia. Tampoco viven solamente de ideales, sueños y expectativas. Tienen una gran potencia vital y están proyectados hacia el futuro, pero están firmemente asentados en el presente. Sus historias están llenas de vida y viven su vocación en clave de misión, de entrega y de generosidad. Quieren ver con los ojos misericordiosos de Dios y tocar con manos de ternura para acompañar a quienes están heridos.      

          Los seminaristas saben que no están solos. Les acompaña la oración de toda la comunidad diocesana. Desde lugares muy diversos, con vigorosa intensidad, se eleva cada día una plegaria constante por todos y cada uno de ellos. Les fortalece la intercesión de la Virgen María, Madre de los seminaristas, y la especial protección de San José, que supo custodiar al Redentor.      

         También rezamos por los formadores del Seminario, a quienes se les encomienda la tarea de acompañar personalmente a los seminaristas, para ayudarles en su discernimiento vocacional hasta que lleguen a ser discípulos misioneros.      

         La vocación al sacerdocio es un regalo del Señor y, entre todos, debemos valorarla, cultivarla, custodiarla con especial solicitud, para que consiga florecer y madurar.      

          Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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