Vivir en Pascua (30-4-2017)

VIVIR EN PASCUA

Queridos hermanos en el Señor:      

Os deseo gracia y paz.

El paso de la Pascua debe atenuar el peso de la vida, la densidad de nuestras preocupaciones, la profundidad de nuestros problemas, el zarandeo de nuestras vacilaciones.      

Realmente, Cristo ha resucitado y su resurrección es un acontecimiento que transforma todo. No se trata de una cuestión superficial. Hay un antes y un después en la historia de la humanidad, en toda la creación y en la vida de cada persona. Es algo más que un estado de ánimo. La resurrección de Jesucristo es el fundamento de nuestra fe, el corazón de nuestra esperanza y el motor de nuestra caridad.      

Tenemos muchas experiencias de dolor, de inquietud, de incertidumbre. Pero no podemos seguir viviendo de la misma forma, con el mismo ritmo, desde la misma perspectiva angustiada. En Pascua nos sale al encuentro Jesucristo Resucitado, vencedor de la muerte y de nuestras agonías. Un torrente de luz penetra hasta el rincón más escondido de nuestras oscuridades y nos inunda de vida, de gracia y de sentido.      

No queremos vivir malviviendo. No deseamos continuar instalados en un sin-vivir desilusionado. Queremos vivir una vida auténtica que proclama, con obras y palabras, las maravillas de Jesús Resucitado. Nos sentimos impulsados a compartir el clima gozoso de la Pascua.      

Estamos muy cerca del sepulcro de Jesús y rodeados de muchos signos de muerte. Hay numerosos sepulcros a nuestro alrededor y demasiadas personas sepultadas por el peso de enormes losas. Pero la losa del sepulcro de Jesús ya no está. Y con ella se levantan muchos pesos y tantas losas que nos asfixiaban.      

Jesús no se queda en el sepulcro; su cuerpo no experimenta la corrupción. Jesús pertenece al mundo de los vivos, no al de los muertos. Jesús se deja matar por amor, pero así destruye el carácter definitivo de la muerte. Su muerte es un acto de amor.        

Jesús no es un personaje del pasado. Él vive hoy, es el viviente, el manantial de la vida, el Señor de la vida, el principio de una nueva creación. Jesucristo nos invita a encontrar en Él el camino de la vida.      

La resurrección de Jesucristo no es un milagro cualquiera que sucedió hace demasiado tiempo y que nos pueda resultar indiferente. Es un salto cualitativo en la historia. Es el comienzo de un nuevo mundo que Cristo atrae hacia Él mismo con invencible fuerza. La tierra se abre de par en par hacia el cielo. Cada uno de nosotros podemos decir en primera persona: “vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). Soy vivificado por Cristo. Ya no vivo exclusivamente ocupado y preocupado por mil y un avatares y pesadumbres. Hay un cambio esencial en mi vida. Ahora me ocupa y preocupa que todos lleguen a conocer y amar a Jesucristo. Ahora me ocupa y preocupa que el Señor Resucitado haga sentir a todos y por todas partes su fuerza de vida, de alegría, de paz y de amor.      

El Papa Francisco dijo el 3 de abril de 2013: “es precisamente la Resurrección la que nos abre a la esperanza más grande, porque abre nuestra vida y la vida del mundo al futuro eterno de Dios, a la felicidad plena, a la certeza de que el mal, el pecado, la muerte pueden ser vencidos. Y esto conduce a vivir con más confianza las realidades cotidianas, afrontarlas con valentía y empeño. La Resurrección de Cristo ilumina con una luz nueva estas realidades cotidianas. ¡La Resurrección de Cristo es nuestra fuerza!”.       Deseamos que nuestra vida sea testimonio elocuente del anuncio más hermoso y decisivo: “Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya”.

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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