El Corazón de Jesús (25-6-2017)

EL CORAZÓN DE JESÚS

      Queridos hermanos en el Señor:      

      Os deseo gracia y paz.

      Durante el mes de junio la referencia al Corazón de Jesús es intensa. La celebración de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús es muy significativa y encuentra amplio eco en la devoción y en la vida del pueblo fiel.      

      Con frecuencia usamos expresiones de este tipo: “es una persona de buen corazón”, “un saludo cordial (de corazón)”, “tiene cansado el corazón”, “hablar con el corazón en la mano”. Existen refranes que recogen retazos de sabiduría: “Adonde el corazón se inclina, el pie camina”; “Cabeza herida se medica y sana. Corazón herido nunca sana”; “Alguien dijo que un niño se lleva en el vientre durante nueve meses. Ese alguien no sabe que un hijo se lleva en el corazón toda la vida”; “El corazón no envejece, es el cuero el que se arruga”; “El agradecimiento es la memoria del corazón”.      

      El corazón tiene varios significados. Intuimos que no es solamente la sede de los sentimientos, sino también el motor de la vida. El corazón es el impulsor de nuestras actividades y de nuestras pasividades.       Con el corazón se piensa y se reflexiona, como lo hace la Virgen: “María, por su parte, meditaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2,19); “su madre conservaba todo esto en su corazón” (Lc 2,51).       Del corazón brotan las emociones y las decisiones. Jesús afirma: “No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí” (Jn 14,1). San Pablo escribe a los cristianos de Filipos: “os llevo en el corazón, porque tanto en la prisión como en mi defensa y prueba del Evangelio, todos compartís mi gracia. Testigo me es Dios del amor entrañable con que os quiero, en Cristo Jesús” (Flp 1,7-8).      

      Salomón pidió al Señor: “Concede, pues, a tu siervo, un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal” (1 Re 3,9). El rey Ajaz de Judá recibió la noticia de un ataque contra Jerusalén. “Se lo comunicaron a la casa de David: "Los arameos han acampado en Efraín", y se agitó su corazón y el corazón del pueblo como se agitan los árboles del bosque con el viento” (Is 7,2).      

      Zacarías describe la obstinación y el endurecimiento de corazón del pueblo: “Pero no quisieron escuchar, se obstinaron en su rebelión y cerraron sus oídos para no escuchar. Endurecieron su corazón más que el diamante y, de esta forma, no escucharon la Ley y los mensajes que el Señor les enviaba por su espíritu, por medio de los profetas de antaño” (Zac 7,11-12).      

      El profeta Jeremías anuncia una alianza nueva que Dios mismo presenta: “Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días -oráculo del Señor-: Pondré mi Ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Jer 31,33). Conocemos las palabras que el Señor pronuncia a través de Ezequiel: “y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne” (Ez 36,26).      

      El genuino corazón de carne es el Corazón de Jesús. El Corazón que expresa el amor que se difunde, que se extiende, que se comunica y da vida. El Corazón abierto como un manantial, muy diferente del corazón cerrado de aguas estancadas. El Corazón transparente y limpio. Jesús mismo nos exhorta: “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29). Es necesario que el Señor nos ayude a abrir la puerta de nuestro corazón para que Él llegue, cambie nuestra vida y la transforme en una humilde alabanza.

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.