Verano en familia (16-7-2017)

 

VERANO EN FAMILIA            

      Queridos hermanos en el Señor:  

      Os deseo gracia y paz.

       Durante los meses de verano se multiplican las horas de convivencia en las familias. Al terminar el curso escolar, aumenta la presencia de los hijos en casa. Siempre conviene dedicar algún tiempo a la lectura, al repaso de algunas asignaturas o a profundizar en el aprendizaje de los idiomas. En algunas ocasiones, el estudio es obligado. Pero el horario es más flexible y es preciso aprovechar el paso de los días para crecer en familia.  Hay muchas actividades en las que los hijos participan con agrado: campamentos, convivencias, excursiones, contacto con la naturaleza, iniciativas culturales, competiciones deportivas, actividades lúdicas y recreativas, colaboración en tareas de voluntariado, momentos de esparcimiento, lecturas, videojuegos, conciertos, festivales, series televisivas, talleres de verano, etc.  Pero no todo consiste en hacer. También es necesario ser. Y, sobre todo, es importante crecer como familia. Hay un crecimiento físico evidente. La ropa de vestir, los zapatos y otras muchas prendas dejan de servir en determinados momentos. También las personas de cierta edad tienen que cuidarse por motivos de salud.      

       Y existe un crecimiento en el interior de la familia que ofrece varias posibilidades:

  • 1) vivir y cultivar el amor recíproco;
  • 2) fortalecer los vínculos a pesar de las discusiones;
  • 3) incrementar la comprensión ejerciendo continuamente la paciencia;
  • 4) propiciar el diálogo en medio de un mundo cada vez más informado, más conectado y menos comunicado;
  • 5) acentuar la responsabilidad y la colaboración de todos;
  • 6) encontrar luz en las crisis, angustias y dificultades;
  • 7) aprender a no actuar con rudeza y de modo descortés, sino con amabilidad;
  • 8) favorecer actitudes de desprendimiento y generosidad;
  • 9) experimentar el perdón, la reconciliación y la alegría sana;
  • 10) saber disculpar sin lanzar rápidas condenas duras e implacables;
  • 11) generar una corriente de confianza y de esperanza en el futuro, sabiendo que las personas pueden cambiar;
  • 12) sobrellevar con espíritu positivo todas las contrariedades.      

       En la familia se nace pero también la familia se hace; es decir, se construye a cada momento y en cualquier circunstancia. Se edifica como una construcción articulada de muchas piezas. Desde un buen cimiento, con el sólido fundamento de unas buenas raíces. Desde el respeto a los mayores que nos transmiten su experiencia y su sabiduría. Sobre el tronco que estrecha la relación entre todos los miembros. Con apertura hacia lo alto para recibir el don de la bendición y la responsabilidad para producir buenas obras. Con sentido de trascendencia, sabiendo que la familia nunca está sola ni abandonada, porque cuenta con la presencia, la cercanía y la protección del Señor.      

      Los meses de verano serán recordados por todos. Los niños, porque disfrutarán sin demasiadas preocupaciones. Los adolescentes, porque conocerán a muchas personas de su edad. Los jóvenes, porque estarán dando pasos hacia su futuro inmediato. Los adultos, porque tomarán decisiones vitales importantes. Los mayores, porque se sentirán útiles y con ganas de vivir. Los enfermos, porque cada día amanecerá como un regalo nuevo. Los que se sienten tristes y olvidados, porque siempre hallarán una razón para la esperanza.      

       Que la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo nos acompañe con su intercesión, nos conduzca hasta su Hijo para conocerle y amarle cada día mejor. La familia recibe de Jesucristo la gracia necesaria para dar testimonio del amor de Dios y vivir la vida de comunión.        

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca