Carta conjunta de los obispos de las diócesis aragonesas con motivi del Día de la Educación de la Fe (1-10-2017).

CARTA DE LOS OBISPOS DE LAS DIÓCESIS ARAGONESAS CON MOTIVO DEL “DÍA DE LA EDUCACIÓN EN LA FE”

“Es el Señor” (Jn 21,7)

      El primer domingo de octubre celebramos en Aragón el “Día de la Educación en la Fe”. Con motivo de esta importante jornada, los Obispos de las diócesis aragonesas dirigimos nuestro agradecimiento, nuestro apoyo y un mensaje de aliento a los sacerdotes, catequistas, profesores de Religión, padres, monitores, agentes de pastoral y todas las personas que, de un modo coordinado entre la familia, la parroquia y la escuela, trabajáis en la transmisión de la fe.      

      Existe un profundo vínculo entre la experiencia de la fe y la misión educativa. La educación en la fe expresa la solicitud de la Iglesia por todas y cada una de las personas a las que Jesucristo se acerca para responder a sus necesidades de vida, plenitud y sentido.      

      La educación en la fe brota de la misma identidad de la Iglesia, que se siente enviada por el Señor: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15). Fiel al mandato misionero, la comunidad cristiana es consciente de que “evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (Evangelii nuntiandi 14).      

      Más que asumir actitudes meramente reactivas y defensivas ante la sociedad, que parece ignorar y despreciar valores absolutos, los educadores en la fe estáis llamados a asumir actitudes proactivas que reafirmen el valor y la dignidad de las personas y que favorezcan el encuentro con el Señor. Con ánimo gozoso y sereno, sabéis que vuestra tarea consiste en proponer, alentar, animar, acompañar, discernir e integrar. En definitiva, custodiar, alimentar y promover la memoria de Jesucristo.      

       “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento” (Evangelii gaudium 1).      

        Ante la dificultades que encontramos cada día, corremos el riesgo de convertirnos en “seres resentidos, quejosos, sin vida” (EG 2). De hecho, “los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás” (EG 10). Como los discípulos de Jesús, que en tantas ocasiones, lanzaron sus redes siguiendo las palabras del Señor.      

       El mundo actual necesita recibir la Buena Nueva “no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo” (EG 10).      

       Los educadores, las comunidades y las instituciones educativas tienen por delante un intenso trabajo que concierne a su propia identidad y a la misión que se ha de vivir de modo apasionado.      

       Los educadores en la fe valoráis la pedagogía de los acontecimientos y de las personas. Contribuís a conocer y valorar las acciones de Dios en la historia de la salvación y el significado de las personas: Jesucristo, la Virgen María, los apóstoles, los personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento, los santos, los testigos y todos aquellos en los que se descubren los rasgos de la gozosa identidad cristiana.      

      San Juan narra en el último capítulo de su evangelio una bella escena en la que algunos discípulos, después de la muerte y resurrección de Jesús, se embarcaron una noche con la intención de pescar y no cogieron nada. Cuando amaneció, Jesús se presentó en la orilla, pero los discípulos no le reconocieron. Después de seguir las indicaciones de Jesús, no podían sacar la red por la multitud de peces. Y el discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: “Es el Señor” (Jn 21,7).      

      Después de mucho esfuerzo baldío, como consecuencia de muchas jornadas de trabajo aparentemente infructuoso, también vosotros estáis llamados a reconocer la presencia viva del Señor de la vida. Estáis llamados a escuchar el gozoso anuncio que surge del corazón abierto y lleno de amor: “Es el Señor”. Y os sentís enviados a comunicar esta Buena Noticia sin miedo ni resistencia.      

       Que la Virgen María, discípula misionera, creyente fiel, maestra de esperanza, testigo del amor, estrella de la nueva evangelización, interceda por todos vosotros para que reconozcáis al Señor en todos los momentos y circunstancias de vuestras vidas.

      Recibid nuestra gratitud y nuestro afecto, junto con nuestra bendición.

+ D. Vicente Jiménez Zamora, Arzobispo de Zaragoza + D. Julián Ruiz Martorell, Obispo de Huesca y de Jaca + D. Eusebio Hernández Sola, Obispo de Tarazona + D. Ángel-Javier Pérez Pueyo, Obispo de Barbastro-Monzón  + D. Antonio Gómez Cantero, Obispo de Teruel y Albarracín

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