La vida consagrada, encuentro con el amor de Dios (28-1-2018)

LA VIDA CONSAGRADA, ENCUENTRO CON EL AMOR DE DIOS
     
      Queridos hermanos en el Señor:
      Os deseo gracia y paz.
      El 2 de febrero, la fiesta de la Presentación del Señor nos invita a celebrar con gozo la Jornada de la Vida Consagrada con el lema “La Vida Consagrada, encuentro con el amor de Dios”.
      En 1997, en su Mensaje para la Primera Jornada Mundial de la Vida Consagrada, san Juan Pablo II afirmaba que la finalidad de la Jornada es triple:
      1) “En primer lugar, responde a la íntima necesidad de alabar más solemnemente al Señor y darle gracias por el gran don de la vida consagrada que enriquece y alegra a la comunidad cristiana con la multiplicidad de sus carismas y con los edificantes frutos de tantas vidas consagradas totalmente a la causa del Reino”.
       2) “En segundo lugar, esta Jornada tiene como finalidad promover en todo el pueblo de Dios el conocimiento y la estima de la vida consagrada”.
       3) “El tercer motivo se refiere directamente a las personas consagradas, invitadas a celebrar juntas y solemnemente las maravillas que el Señor ha realizado en ellas, para descubrir con más límpida mirada de fe los rayos de la divina belleza derramados por el Espíritu en su género de vida y para hacer más viva la conciencia de su insustituible misión en la Iglesia y en el mundo”.
       El Papa Francisco en su Exhortación apostólica “Evangelii gaudium” invita “a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque "nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor". Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos” (EG 3).
       En nuestra Diócesis hay un grupo de hombres y mujeres que se han encontrado con el amor de Dios y, después de haber descubierto que Dios es siempre fiel, que no desilusiona ni defrauda, han orientado definitivamente sus vidas para compartir con los demás lo que tienen y lo que son.
      Cristo sigue saliendo al encuentro de quienes caminan buscando el verdadero sentido de la existencia. Cristo continúa encontrándose con quienes necesitan una mirada transfigurada que cambia y orienta la vida.
      Quienes se encuentran con el amor de Dios saben que los días y las horas tienen un valor más profundo y más intenso. Quienes experimentan el amor de Dios descubren un cambio total de perspectiva, un viraje en la vida, una transformación de todo su ser que no es fruto de un proceso psicológico, de una maduración o evolución intelectual y moral, sino consecuencia del encuentro con Jesucristo.
      Encontrarse con el amor de Dios significa comenzar a mirar con nuevos ojos, a sentir con renovado ardor, a servir con insospechado amor, a vivir una ilusionante misión. El amor es expansivo, tiende a difundirse, a comunicarse, a compartirse. El amor no sabe de límites ni de fronteras. El amor sabe crear calor de hogar en cada ambiente. El amor engendra comunión y comunicación. El amor capacita para escuchar con atención, y hasta con paciencia, a los hermanos y hermanas con quienes se convive.
      El amor de Dios se derrama en los corazones de las personas consagradas con el Espíritu Santo que se hace regalo permanente. Damos gracias a Dios por el don de la Vida Consagrada y agradecemos a todos los consagrados y consagradas su testimonio, su cercanía, su plegaria y su ejemplo.
      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo  de Jaca y de Huesca

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