Acompañar a la familia en la enfermedad (6-5-2018)

ACOMPAÑAR A LA FAMILIA EN LA ENFERMEDAD

      Queridos hermanos en el Señor:      

      Os deseo gracia y paz.

      El Domingo VI de Pascua se celebra la Pascua del Enfermo. Es importante acompañar a las familias que viven situaciones especialmente difíciles: enfermedades de larga duración, personas con problemas de salud mental o con importantes deterioros cognitivos, o personas con dependencias.      

      Los familiares que se convierten en cuidadores habituales necesitan nuestro apoyo y nuestra ayuda. El cuidado prolongado de algunos enfermos requiere un mayor esfuerzo y produce un consiguiente cansancio. En ocasiones, nos encontramos con “personas que están junto a los enfermos que tienen necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer” (Papa Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo 2015).      

       Las familias nos dan un ejemplo de lo que el Papa Francisco denominaba en el Mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo del año 2015 “la sabiduría del corazón”. Allí explicaba que no se trata de un conocimiento teórico, abstracto, fruto de razonamientos, sino que es “un actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios”.      

      Sabiduría del corazón es “servir al hermano”. Es un testimonio que se realiza no con las palabras, sino con una “vida radicada en una fe genuina”.      

       Sabiduría del corazón es “estar con el hermano”. Según el Papa Francisco, “el tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo”. Es alabanza a Dios que nos configura con la imagen de su Hijo, el cual “no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28). El Espíritu Santo otorga a las familias la gracia de comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, para que los enfermos experimenten cercanía y afecto y se sientan más amados y consolados. Las vidas gravemente afligidas por enfermedades también son dignas de ser vividas.      

        Sabiduría del corazón es “ser solidarios con el hermano sin juzgarlo”. La caridad tiene necesidad de tiempo para curar y visitar, para estar incondicionalmente y sin buscar ningún interés.      

        El sufrimiento puede hacer tambalear la fe, pero también puede robustecerla y fortalecerla. La Iglesia se siente muy cerca de las familias para mirar a los enfermos con la misma mirada llena de ternura y de compasión con que Jesucristo mira a cada persona sufriente.  En las familias contemplamos grandes lecciones de generosidad hasta el sacrificio total; de atención constante y personalizada; de respeto a la persona enferma en su dignidad; de valoración del puesto central del enfermo en el proceso de curación; de miradas llenas de ternura; de acompañamiento sereno a las personas con enfermedades crónicas o graves discapacidades; de responsabilidad compartida que enriquece el servicio diario.     

      Familiares, personal médico, de enfermería y de farmacia, sacerdotes, consagrados, agentes de pastoral de la salud, voluntarios, personal de secretaría y de administración, participan de una gran tarea que es también una misión eclesial. La Iglesia se siente enviada para servir siempre con renovado vigor a los enfermos y a quienes cuidan de ellos. 

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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