"Nos trataron con una solicitud poco común" (Hch. 28, 2)

“NOS TRATARON CON UNA SOLICITUD POCO COMÚN (Hch 28,2)”

      Queridos hermanos en el Señor:  

      Os deseo gracia y paz.  

       Distintas Iglesias cristianas de las islas de Malta y Gozo han elaborado los materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que celebramos del 18 al 25 de enero. Según la tradición, san Pablo llegó al país insular de Malta hacia el año 60 d.C., como narran los dos últimos capítulos de los Hechos de los Apóstoles.  

       Malta, Gozo y otros islotes forman un país que se sitúa en el corazón del Mediterráneo, a mitad de camino entre Sicilia y el norte de África. Sus habitantes acogieron con muestras de hospitalidad a san Pablo y sus acompañantes que acababan de naufragar: “Nos trataron con una solicitud poco común” (Hch 28,2).   

        Leemos en los materiales de este año: “Es muy necesaria la virtud de la hospitalidad en nuestra búsqueda de la unidad de los cristianos. Es un hábito que nos invita a una mayor generosidad para con los que pasan necesidad. Las personas que trataron con una solicitud poco común a Pablo y a sus compañeros no conocían aún a Cristo” (Introducción). Y, a través de un trato poco común, un grupo dividido se fue uniendo.  Se proponen ocho temas:

       1) Reconciliación: Tirar la carga por la borda.

        2) Iluminación: Buscar y mostrar la luz de Cristo.

        3) Esperanza: el mensaje de Pablo.

        4) Confianza: No temáis; creed.

        5) Fortaleza: Partir el pan para el viaje.

        6) Hospitalidad: Mostrar una solicitud poco común.

        7) Conversión: Cambiar nuestros corazones y nuestras mentes. 8) Generosidad: Recibir y dar.    

        La experiencia nos dice que no podemos afrontar las tempestades de la vida solos. “Una barca navega hacia adelante cuando todos reman juntos. Ante las dificultades reconocemos la necesidad de acercarnos unos a otros y de unir nuestros esfuerzos” (Oración de los fieles. Celebración ecuménica).  

        “Cristo es nuestra luz y nuestro guía. Sin la luz y la guía de Cristo nos desorientamos. Cuando los cristianos pierden de vista a Cristo, se vuelven miedosos y se separan unos de otros. Por otro lado, muchas personas de buena voluntad que están fuera de la Iglesia no son capaces de ver la luz de Cristo, ya que a causa de nuestras divisiones los cristianos reflejamos la luz de Cristo con menos claridad y, a veces, incluso la ocultamos. Al buscar la luz de Cristo, nos vamos uniendo más unos a otros y reflejamos mejor esta luz, volviéndonos verdaderamente un signo de Cristo, la luz del mundo” (Reflexión. Segundo día).  

        La falta de progreso hacia la unidad visible puede desanimarnos. “Incluso algunos han abandonado toda esperanza y ven esta unidad como un ideal inalcanzable. Otros ni siquiera ven la unidad como parte necesaria de su fe cristiana. Mientras rezamos por el don de la unidad visible, hagámoslo con fe resuelta, paciencia constante y esperanza firme, confiando en la providencia amorosa de Dios” (Reflexión. Tercer día).       

        “Después de las dificultades y los contratiempos de la tempestad en mar abierto, la ayuda práctica ofrecida por los isleños se experimenta como una solicitud poco habitual por los náufragos que habían sido llevados por las olas hasta la orilla. Tal solicitud demuestra nuestra común humanidad. El evangelio nos enseña que cuando somos solícitos con los que pasan necesidad estamos mostrando amor al mismo Cristo (cf. Mt 25,40). Más aún, cuando mostramos una solicitud amorosa hacia los débiles y los desposeídos, estamos afinando nuestros corazones con el corazón de Dios en el que los pobres tienen un lugar especial. Acoger a los de fuera, tanto si son personas de otras culturas o creencias, inmigrantes o refugiados, es a la vez amar al mismo Cristo y amar como ama Dios. Como cristianos, estamos llamados a dar un paso adelante en la fe para llegar, con el amor de Dios que todo lo abarca, también a aquellos que nos cuesta amar más” (Reflexión. Sexto día).  

        Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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