Al concluir una etapa de comunicación (26-7-2020)

AL CONCLUIR UNA ETAPA DE COMUNICACIÓN

      Queridos hermanos en el Señor:
      Os deseo gracia y paz.
      Con este número especial acabamos un año pastoral marcado por la pandemia, en la que hemos de ver una oportunidad para crecer en generosidad, para reconocer que debemos pedir al Señor una fe más estable, una esperanza más firme y una caridad sin límites.
      Durante estos últimos meses se han escrito memorables páginas de servicio incondicional. Han surgido algunas iniciativas inéditas e imaginativas, gestos de cercanía, de acogida, de apoyo y de entrega recíproca.
Hay quienes han podido compartir sus dificultades, sus miedos, sus incertidumbres. Hemos visto cómo se limitaban nuestras posibilidades de movilidad y de contacto físico y, simultáneamente, crecían alternativas como frutos fecundos de la fantasía del amor.
       Nos hemos sentido inseguros, zarandeados, y hemos pedido fervientemente al Señor que se pusiese al frente de nuestra barca. Hemos experimentado su continua presencia y nuestras manos han sido sostenidas por la fuerza del Espíritu Santo.
      Concluye un ciclo que abrimos con mucha ilusión cuando recibimos en nuestras manos un nuevo formato de “Iglesia en Aragón”. Nuestros brazos se extendieron para recibir con agrado el nuevo estilo de publicación. La novedad marcó el reencuentro. La siembra semanal nos ha abierto al conocimiento y valoración de muchas realidades eclesiales.
       El Santo Padre Francisco dedicó su Mensaje para la 54ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales al tema de la narración y lo explicó con estas palabras: “porque creo que para no perdernos necesitamos respirar la verdad de las buenas historias: historias que construyan, no que destruyan; historias que ayuden a reencontrar las raíces y la fuerza para avanzar juntos. En medio de la confusión de las voces y de los mensajes que nos rodean, necesitamos una narración humana, que nos hable de nosotros y de la belleza que poseemos. Una narración que sepa mirar al mundo y a los acontecimientos con ternura; que cuente que somos parte de un tejido vivo; que revele el entretejido de los hilos con los que estamos unidos unos con otros”.
       El hilo de la publicación periódica de “Iglesia en Aragón” ha estrechado el vínculo entre los cristianos de las diócesis aragonesas y ha fortalecido la relación con muchas personas de buena voluntad. Ha sido una narración viva que ha puesto de manifiesto que formamos parte de un tejido vivo, de una Iglesia misionera. Las historias que hemos leído en sus páginas nos han permitido reencontrar nuestras raíces; es decir, mirar al pasado con gratitud. También nos han ayudado a vivir el presente con pasión. Y nos han ofrecido la fuerza para avanzar juntos; es decir, para construir el futuro con esperanza.
       Agradecemos la colaboración de quienes hicieron posible la comunicación semanal. Sin el trabajo de muchas personas generosas y serviciales no hubiera sido posible que, en números sucesivos, se plasmasen los ecos de la realidad eclesial en unas entrañables páginas que hemos leído con detenimiento y que guardamos con esmero en nuestras estanterías y en nuestros corazones.
       Oramos con las palabras del Papa en su Mensaje para la 54ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “Oh María, mujer y madre, tú tejiste en tu seno la Palabra divina, tú narraste con tu vida las obras magníficas de Dios. Escucha nuestras historias, guárdalas en tu corazón y haz tuyas esas historias que nadie quiere escuchar. Enséñanos a reconocer el hilo bueno que guía la historia. Mira el cúmulo de nudos en que se ha enredado nuestra vida, paralizando nuestra memoria. Tus manos delicadas pueden deshacer cualquier nudo. Mujer del Espíritu, madre de la confianza, inspíranos también a nosotros. Ayúdanos a construir historias de paz, historias de futuro. Y muéstranos el camino para recorrerlas juntos”.
        Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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