El patrimonio cultural (15-8-2020)

El PATRIMONIO CULTURAL

El Concilio Vaticano 11, en su constitución Gaudium et spes, afirma: "Es propio de la persona humana no poder acceder a la verdadera y plena humanidad más que a través de la cultura" (GS 53). 

A través del tiempo, la Iglesia expresa, comunica y conserva en sus obras culturales "las grandes experiencias y aspiraciones espirituales para que sirvan de provecho a muchos, más aún, a todo el género humano" (GS 53).

A lo largo de los siglos, se ha generado un patrimonio cultural (histórico-artístico, documental y monumental), del que forman parte bienes muebles, inmuebles, pinturas, retablos, orfebrería, obras de culto y devocionales, etc., por medio de las cuales se ha expresado y celebrado el misterio de la fe cristiana.

El patrimonio cultural de la Iglesia, que es manifestación y testimonio de la fe del pueblo cristiano, contribuye vitalmente a la transmisión de la fe a las sucesivas generaciones. En él se conserva la memoria de la Iglesia en testimonios vivos. El patrimonio cultural narra los hechos de la salvación como acontecimientos para las personas de cada época, y lo hace con el lenguaje de la imagen, de signos, símbolos y expresiones artísticas.

Cada vez es más difícil mantener en condiciones óptimas, conservar de modo adecuado, compartir con generosidad y difundir con espíritu de servicio el patrimonio cultural de la Iglesia. El rigor de los inviernos, las frecuentes lluvias, el deterioro de los materiales, y otras muchas causas, van acechando paulatinamente las iglesias, ermitas, casas parroquiales y otras dependencias.

A todo ello se añade una incesante despoblación, especialmente en aquellas localidades en que el número de residentes es tan reducido que no se puede hacer frente a los cuidados más elementales.

Para la conservación, el mantenimiento y la divulgación del patrimonio eclesiástico se requieren recursos económicos. Y este año se ha sufrido una disminución alarmante en los ingresos, como consecuencia de la pandemia.

La ejecución de cualquier obra, por insignificante que pueda parecer, supone una inversión creciente en la cantidad de los presupuestos, en la calidad de los materiales y en el cumplimiento de las medidas de seguridad y las reglamentaciones legales'.

Es urgente que tomemos conciencia viva de nuestra responsabilidad compartida en toda la Diócesis. Por ello, un año más, hacemos una apremiante llamada para seguir contando con la ayuda de todos.

Gracias por vuestra generosa colaboración económica.

+ Julián Ruiz Martorell, Obispo de Jaca

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