Vida Consagrada (31-1-2021)

VIDA CONSAGRADA

    Queridos hermanos en el Señor:
    Os deseo gracia y paz.

    “La vida consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido” es el lema de la XXV Jornada Mundial de la Vida Consagrada 2021, que se celebra el 2 de febrero. En medio de las divisiones, rupturas y discordias que laceran nuestro mundo, es urgente dar muestras de fraternidad.
    La Comisión Episcopal para la Vida Consagrada nos recuerda que el ser humano y toda la creación viven en una “condición llagada”, sufriente, dolorida. “En gran parte de nuestro planeta, la herida supura sin descanso, noche y día, más allá o más acá de los vaivenes de la política, la economía, la vida social, etc”. No se pueden olvidar los “atropellos y sufrimientos que ya se han vuelto crónicos, muchas veces gracias a la connivencia, el silencio, el olvido y la indolencia de cuantos vivimos alejados de quienes los padecen. El hambre, la indigencia, la guerra, la persecución o la explotación (…) siguen teniendo rostro concreto en tantos que están apaleados al borde de los caminos”.
    La vida de los creyentes “queda transfigurada por las heridas del Crucificado-Resucitado”. “Quienes son consagrados por el Señor para portar sus marcas en medio del mundo conocen las luchas y los dolores de la existencia en carne propia y ajena. Aprenden en la escuela de Cristo cómo acoger en profundidad y generosidad la fragilidad del día a día y el cáliz de la angustia de las horas más amargas: las suyas y las de todos”.
     Las personas consagradas expresan con su vida y su misión la esencia de su vocación: “ser ofrenda generosa al Señor para nuestro mundo sufriente”. Nuestra Diócesis reconoce, valora y agradece el testimonio vital de quienes construyen fraternidad curando heridas, consolando, acompañando, enseñando, compartiendo, ofreciendo la propia vida para introducir una alternativa al modo de vivir y de convivir de nuestro mundo herido.
     En la Jornada Mundial de la Vida consagrada se nos ofrece una oportunidad de gracia para conocer más y mejor a las personas consagradas, para profundizar en sus peculiares carismas, para agradecer su historia y su actividad, para colaborar en la tarea de la evangelización, para acompañarles y sentirnos acompañados y estimulados por su estilo de vida, para orar con quienes necesitan nuestra plegaria y para compartir las súplicas de quienes rezan con perseverancia y confianza.
     Quienes han sido llamados por Jesucristo para una vocación de especial consagración irradian constantemente el amor de Cristo, luz del mundo. Encomendamos a la Virgen María, mujer consagrada, la vocación y misión de las personas consagradas.

     Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca