Armar el Belén: Mucho cuidado (26-12-2010).

Armar el Belén: mucho cuidado
   
    Queridos hermanos y amigos: Paz y Bien.
 Primero entre recortables de cartón, luego con figuritas de barro, después con las de plástico policromado y hasta de pasta de piedra, hemos ido montando cada año el “belén o nacimiento” que desde pequeños nos ha acompañado. Es un ritual sencillo, de artesanía hogareña, donde escenificamos con cuidado y creatividad algo tan delicadamente tierno.
 Nuestra tradición belenista responde a un deseo escrito en el corazón: querer poner un escenario, poder asomarnos siquiera, a ese evento fundamental que para siempre ha marcado la historia de los hombres: antes y después de Cristo. Pero aquel milagro de un Dios que se hace niño naciendo humanamente, no tuvo lugar tras una rueda de prensa para presentar a algún escogido tras unas primarias, ni subiéndose a un podio después de superar victorioso una prueba deportiva, ni ganando unas elecciones en la cosa pública o académica, ni porfiando en las finanzas en el recodo de la crisis cenicienta.
 Dios hizo de otro modo: nació de una mujer doncella, virgen antes, en y después del parto, y en un rincón de la tierra en aquellos años en los que no había todavía móviles ni internet, ni coche o aviones siquiera. Nació así, pequeñito, vulnerable y tierno, tanto tanto, que aquel que venía como la Palabra esperada, tuvo primero que aprender a hablar. Y aquel que se propuso pasear la salvación por doquiera, previamente tuvo que aprender a andar. Así de poco prepotente nos llegó el Salvador.
 Los belenes representan esta amable verdad que no queremos olvidar y por eso la escenificamos. Los más pequeños de nuestros niños gozan hoy como gozamos otros ayer, asomando sus ojillos a esta escena dulce y tierna de aquel otro Niño en brazos de su Madre María y bajo la mirada atenta y discreta de quien hizo las veces de padre, el santo José. Los pastores, que acudieron los primeros a semejante milagro, siempre han salido en nuestras fotos. Y todo tipo de paisaje, y lavanderas, ganaderos, pescadores en ríos con agua de papel de plata, y ovejitas hincadas en el musgo o en el corcho. No faltaba el huraño Herodes en su castillo con soldados romanos. Así hasta que más en lontananza se les veía llegar a los magos majos que como reyes sabios venían de oriente. De este modo recordamos también lo que sucedió entonces y sigue sucediendo hoy. Porque hay un continuo Belén viviente, ese que Dios protagoniza de nuevo volviendo a nacer cuando la esperanza de los hombres se resiente, la tristeza gana terreno, la paz se confunde con los enjuagues o la fe y la caridad son especies en extinción por haber sido especies poco protegidas.
 Extraña por eso que haya gente que quiere “armar el Belén” desmontándonos el nuestro, y se empeñan en invocar sus derechos de intolerancia imponiéndonos su propio credo, su circo de vanidades, o sus estrategias inconfesas para arrancar el cristianismo de nuestros lares.
 Belén viviente, con nosotros dentro, en plena calle, dando testimonio del amor de Dios, de su Paz bendita, de su Luz sin ocaso, de su Gracia inmerecida. Así recordamos la santa Navidad. Sin alharacas, sin troníos, sin obligar a nadie, pero resistiéndonos de tantos modos a que una minoría resentida quiera dibujarnos una historia en la que Dios es un intruso al que expulsar y los cristianos enemigos de la libertad, de la justicia o de la paz. Va a ser que no. Con zambomba, almirez y pandereta, con turrones y mazapán, con villancicos y cantatas, con alegría sana de la mejor fiesta, con solidaridad cristiana que no hace muecas sino compromiso de verdad, nos disponemos a celebrar estos días navideños dando gloria a Dios en las alturas y deseando paz a los hombres de buena voluntad. Feliz navidad.
    Recibid mi afecto y mi bendición.
    + Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo
    A.A. de Huesca y de Jaca
    26 de diciembre de 2010

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