Sigamos al Señor (17-4-2011).

SIGAMOS AL SEÑOR
      Queridos hermanos:
      Os deseo gracia y paz.
      El Señor nos concede este tiempo de gracia, la Semana Santa, que ha de ser también semana de nuestra santificación. “Sigamos al Señor” es el objetivo que nos proponemos.
      Deseo compartir con vosotros las palabras que Benedicto XVI pronunció el año pasado el Domingo de Ramos: “Ser cristianos significa considerar el camino de Cristo como el camino justo para ser hombres, como el camino que lleva a la meta, a una humanidad plenamente realizada y auténtica. (…) ser cristianos es un camino, o mejor, una peregrinación, un caminar junto a Jesucristo, un caminar en la dirección que él nos ha indicado y nos indica”.
      Sobre este camino, el Papa explicaba: “se trata de una subida. Esto tiene ante todo un significado muy concreto. Jericó, donde comenzó la última parte de la peregrinación de Jesús, se encuentra a 250 metros bajo el nivel del mar, mientras que Jerusalén -la meta del camino- está a 740-780 metros sobre el nivel del mar: una subida de casi mil metros. Pero este camino exterior es sobre todo una imagen del movimiento interior de la existencia, que se realiza en el seguimiento de Cristo: es una subida a la verdadera altura del ser hombres. (…) Jesús camina delante de nosotros y va hacia lo alto. Él nos guía hacia lo que es grande, puro; nos guía hacia el aire saludable de las alturas: hacia la vida según la verdad; hacia la valentía (…); hacia la paciencia que soporta y sostiene al otro. Nos guía hacia la disponibilidad para con los que sufren, con los abandonados; hacia la fidelidad que está de la parte del otro incluso cuando la situación se pone difícil. Guía hacia la disponibilidad a prestar ayuda; hacia la bondad que no se deja desarmar ni siquiera por la ingratitud. Nos lleva hacia el amor, nos lleva hacia Dios”.
      Seguía diciendo Benedicto XVI: “Así, en la amplitud de la subida de Jesús se hacen visibles las dimensiones de nuestro seguimiento, la meta a la cual él quiere llevarnos: hasta las alturas de Dios, a la comunión con Dios, al estar-con-Dios. Esta es la verdadera meta, y la comunión con Él es el camino. La comunión con Él es estar en camino, una subida permanente hacia la verdadera altura de nuestra llamada. Caminar junto con Jesús siempre es al mismo tiempo caminar en el "nosotros" de quienes queremos seguirlo. Nos introduce en esta comunidad. Porque el camino hasta la vida verdadera, hasta ser hombres conformes al modelo del Hijo de Dios Jesucristo supera nuestras propias fuerzas; este caminar también significa siempre ser llevados. Nos encontramos, por decirlo así, en una cordada con Jesucristo, junto a Él en la subida hacia las alturas de Dios. Él tira de nosotros y nos sostiene. Integrarnos en esa cordada, aceptar que no podemos hacerla solos, forma parte del seguimiento de Cristo”.
      Destacaba el Papa que es parte integrante del seguimiento de Cristo “este acto de humildad: entrar en el "nosotros" de la Iglesia; aferrarse a la cordada, la responsabilidad de la comunión (…). El humilde creer con la Iglesia, estar unidos en la cordada de la subida hacia Dios, es una condición esencial del seguimiento. (…) La humildad de "estar-con" es esencial para la subida. También forma parte de ella dejar siempre que el Señor nos tome de nuevo de la mano en los sacramentos; dejarnos purificar y corroborar por él; aceptar la disciplina de la subida, aunque estemos cansados”.
      Añadía Benedicto XVI: “Por último, debemos decir también: la cruz forma parte de la subida hacia la altura de Jesucristo, de la subida hasta la altura de Dios mismo. Al igual que en las vicisitudes de este mundo no se pueden alcanzar grandes resultados sin renuncia y duro ejercicio; y al igual que la alegría por un gran descubrimiento del conocimiento o por una verdadera capacidad operativa va unida a la disciplina, más aún, al esfuerzo del aprendizaje, así el camino hacia la vida misma, hacia la realización de la propia humanidad está vinculado a la comunión con Aquel que subió a la altura de Dios mediante la cruz. En último término, la cruz es expresión de lo que el amor significa: sólo se encuentra quien se pierde a sí mismo”.
      Recibid mi saludo cordial y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Huesca y de Jaca.

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