Comentario evangélico. Domingo 2 Ordinario, ciclo C.

Recomendaciones para comenzar un nuevo tiempo

Ya estamos de nuevo en el llamado Tiempo Ordinario. No es un tiempo fuerte como el adviento o la Navidad, como la Cuaresma o la Pascua. No lo es. No es fuerte, pero es largo. No es fuerte, pero es decisivo, porque en lo ordinario de este tiempo que es nuestra vida nos jugamos la autenticidad de nuestra respuesta al Dios que nos precede, sostiene y acompaña. Decisivo, insisto, porque en el modo de vivirlo quedará patente si realmente creemos y experimentamos aquello que hemos visto y oído en la Navidad y en la Pascua: que Dios es Dios-con-nosotros y que por el misterio de su muerte y resurrección hemos sido liberados de la esclavitud de la muerte y del pecado, para vivir en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Para no errar en este camino, la liturgia de hoy nos ofrece tres apps -aplicaciones, por seguir un lenguaje muy de hoy-, de las que no podemos ni debemos prescindir: “Por amor de Sión no callaré”, “un mismo Espíritu, un mismo Señor, un mismo Dios” y “Haced lo que él os diga”. Traducidas a un vocabulario teológico y ascético común serían apostolado, comunión y oración. Si has experimentado la alianza que Dios ha sellado contigo en Sión, por la cual ya no eres siervo, sino amigo, incluso hijo, ¿por qué te callas? O lo expresas con palabras y con obras o nos estás contando un cuento. Si tienes experiencia de que Dios es tu padre y lo crees con toda tu alma, ¿por qué tratas a tus hermanos como bastardos y les niegas su lugar en la iglesia y en el mundo? O vives la comunión o no vives como hijo o no eres hermano o eres hermano mayor.  Si haces lo que él te dice, es porque lo sabes y lo has encontrado en la oración cotidiana y en la lectura piadosa de las Escrituras. No te engañes, sin oración eres un cristiano de riesgo y tu fe y tu acción están muy lejos del amor de Dios.

A caminar. Con Caná, Jesús “comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él”. Ahora Jesús, quiere que comiences tus signos y que manifiestes tu dignidad de hijo y que ilumines la porción de mundo que habitas. No te olvides de hacerlo con María, puerta de la misericordia.

José Antonio Calvo Gracia.

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