Comentario evangélicvo. Domingo 3º Pascua, ciclo A.

Aparecer, desaparecer, estar

      El obispo de Teruel y Albarracín, don Antonio, tiene como lema episcopal ‘Bajo el signo de Emaús’. En sus primeras palabras, tras desposarse con esa Iglesia local, señaló que el relato de Emaús es la ‘Catequesis Pastoral del Siglo XXI’, pues, entre otras significaciones, la situación de estos dos discípulos era de “desconcierto, tristeza y huida hacia adelante”. Una situación como la nuestra.
     Desconcertados, tristes y huidizos. Pidiendo perdón por existir o, simplemente, escondidos. Muchas veces los católicos del siglo XXI nos encontramos en esta situación: quizás por conservar lo poco que nos queda; quizás porque nos autoengañamos esperando que cambien las tornas; quizás porque ya no creemos más que en la ética y la convertimos en la única posibilidad humana; quizás…Entonces, lo único que nos queda es el camino. No está mal que caminemos,porque es entonces cuando “Jesús en persona” se acerca y se pone a caminar  con nosotros. Es entonces cuando celebra la misa con nosotros. Y la misa de Jesucristo, muerto y resucitado, es memoria de su ofrenda que purifica la memoria de la nuestra. Vienen a mi memoria unas líneas de Joseph Ratzinger en su ‘Jesús de Nazaret’, comentando las apariciones del Resucitado:

      “El Señor atrae de nuevo a sí a los discípulos en la comunión de la alianza consigo y con el Dios vivo. Loshace partícipes de la vida verdadera, los convierte en vivientes y sazona su vida con la participación en su pasión, en la fuerza purificadora de su sufrimiento”. Esto es Emaús, esto es la misa. No deja de ser llamativo que el que se hace el encontradizo y visible, el que comenta las Escrituras y parte el pan, cuando ha logrado que se se les abrieran los ojos… ¡desaparece de su vista! Pero desaparece de su vista ‘externa’, porque ya se les ha abierto la vista ‘interior’: lo han reconocido. Es, escribe Ratzinger, una forma nueva de compartir la comunión de la mesa y además es verdadera y nueva: es Jesús verdaderamente y es Jesús
resucitadamente.

      En el libro que vengo citando, Joseph Ratzinger compara las apariciones del Resucitado con el acontecimiento de la misa, que es la forma real por antonomasia de su estar: “No nos podemos imaginar cómo era concretamente la comunión de mesa con los suyos. Pero podemos reconocer su naturaleza interior y ver que en la comunión litúrgica, en la celebración de la Eucaristía, este estar en la mesa con el Resucitado continúa, aunque de modo diferente”.

     La Virgen María, que nos lleva a Jesús, nos lleva a la misa: yo quiero vivirla como ella.


José Antonio Calvo

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