Comentario evangélico. Domingo 3º Ordinario, ciclo B

Ya está aquí

Punto de partida:

     Galilea El contexto de este evangelio marca el inicio del ministerio público del Señor, con la detención de Juan acaba –de alguna manera- su misión y empieza la de Jesús. Y ese inicio es en Galilea, lugar que en el Evangelio de Marcos es más que una anotación geográfica, es un lugar teológico por excelencia. Allí empezó todo, en la Galilea de los gentiles que profetizaría Isaías unos siglos antes. En la región más pobre, más expuesta al paganismo, a la infidelidad a Yahvé, en la región más alejada de Jerusalén, de la corte, del Templo, allí con los más desfavorecidos decidió Jesús empezar su predicación. No es detalle menor que Jesús eligiera empezar su misión por las periferias, por los últimos. A veces hay personas que no se sienten dignas de Dios, que piensan que Dios no puede fijarse en ellos. Galilea nos dice que no importa cuál sea nuestra situación, nuestra miseria personal, Dios también ha venido por ti, por mí y por cada uno de nosotros.

El verbo está en perfecto

     Las primeras palabras de Jesús anuncian el cumplimiento de los tiempos y la proximidad del Reino de Dios. Dice el texto que hemos escuchado: “está cerca el Reino de Dios”. El verbo griego (eggizo) está en tiempo perfecto, que relata un suceso ya acaecido en el pasado pero que mantiene sus efectos en el presente. Así la traducción sería: “el Reino de Dios se ha acercado”. Es decir, ese Reino, encarnado en Jesús ya está aquí, ya ha llegado. Por eso no nos podemos quedar esperando de brazos cruzados. Así se entiende mejor la urgencia de las palabras siguientes de Jesús: ¡Convertíos y creed! Sí, sí, es un imperativo, que debe marcarse en nuestros corazones. Si Jesús ya está aquí, ya ha llegado, no nos podemos quedar de brazos cruzados. No podemos seguir viviendo como si no hubiera pasado nada, con nuestras rutinas, nuestros hábitos. Toca más bien cambiar el corazón, creer en el Evangelio, imitar la vida de Jesús, sus obras, sus palabras.

Necesita manos

      El Señor no quiso llevar su misión en solitario. Podía hacerlo, era hijo de Dios y Dios mismo. Pero no quiso hacerlo solo. Por eso el Evangelio nos relata esa llamada a sus primeros discípulos: Simón, Andrés, Santiago y Juan. Eran pescadores, gente trabajadora, sencilla y a buen seguro personas religiosas porque nada más escuchar la llamada de Jesús dice el texto que contestaron “inmediatamente”. Tal debía ser la fuerza y la atracción que despertaba Jesús. Aquellos hombres no tuvieron ninguna duda, quizás no entenderían bien qué significaba aquello de ser “pescadores de hombres” pero se fiaron de Jesús, fueron valientes, sí, y no se equivocaron, pues ya unirían sus vidas a la de Jesús y su Evangelio. No nos queda duda de que Dios hoysigue llamando. Debemos revisar, esosí, cómo es nuestra respuesta.

Rubén Ruiz Silleras

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