Comentario evangélico. Domingo 25º Ordinario, ciclo B

Ser como el mundo o ser como Jesús

¿Quién es realmente el importante?

      Muchos aspiran a ser personas importantes: un buen trabajo, una buena carrera, muchos bienes, reconocimiento, prestigio, poder. Estas realidades podrían ser suscritas por muchas personas. Lo contrario pareciera que sería no vivir una vida digna. Y he aquí que viene Jesús y de nuevo altera el orden establecido. Propone una forma de entender la vida distinta, que se basa en otros principios. Vamos a ver el Evangelio, donde los propios discípulos de Jesús aspiran a ser “importantes” según los criterios del mundo. Una vez que conocieron profundamente a Jesús cambiaron su forma de entender la vida.

Jesús que no pierde la paz

      Por el camino con sus discípulos Jesús realiza un segundo anuncio de la pasión que Él espera que acabará en la Resurrección. Pero los suyos no le han entendido. Al llegar a Cafarnaún Jesús les pregunta sobre qué hablaban  por el camino. Responden con un silencio que suena a culpabilidad, algo no han hecho bien los discípulos y no se atreven a hablar. Sin embargo, aunque no hablen, Jesús sabe lo que ha pasado. Quiere y conoce a los suyos, por eso sabe que toda su preocupación es obtener el primer puesto en el grupo de los doce. Es decir, quién va a ser el más importante, el que mande más, el que lleve la voz cantante… de eso han estado hablando por el camino. La situación no puede ser más triste. Jesús está hablando de que va a tener que sufrir mucho, que incluso le llevarán a la muerte… y los suyos solo están pensando en sí mismos. Sin embargo Jesús no se enfada, ni pierde la serenidad. Se sienta y, con calma, les enseña una de las claves del cristiano: ser el último y el servidor de todos. Un niño es quien encarna bien todos los valores que Jesús quiere enseñar a los suyos, por eso lo propone como ejemplo.

      Entrar en la Basílica de Belén

Me viene a la memoria la puerta de la Iglesia de la Natividad de Belén, en Tierra Santa. Su altura es de 1,20 metros. Quien ha cruzado esta puerta, sabe que solo puede entrar por ella cómodamente un niño. Cualquier adulto que quiera entrar en este recinto sagrado debe agacharse. Un gesto físico que está lleno de sentido simbólico: ésta es la actitud del cristiano, la humildad que no debemos confundir con el servilismo, que es otra cosa bien distinta. Lo que nos pide Jesús es no buscar ser los más importantes, sino ser los servidores de todos. Esta es una lección dificilísima, lo sabemos pero configura un estilo de vida distinto al del mundo y que, sin duda, da la felicidad que no se compra ni se vende.

Rubén Ruiz Silleras

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