Comentario evangélico. Domingo 33º Ordinario, ciclo B.

Hoy hay que vivir la espera del Señor

El Señor está a la puerta

      Leí hace unos días una máxima del poeta israelí Yehuda Amijai que presentaba a Jerusalén como la “ciudad portuaria a las orillas de la eternidad”. La frase es hermosa, pero todos sabemos que Jerusalén no es una ciudad portuaria, la clave es que está utilizando el lenguaje poético, que es simbólico y juega con sus propias imágenes. Igual que  el lenguaje apocalíptico con el que se nos transmite el evangelio hoy. Que nadie se asuste, por favor. Este lenguaje apocalíptico utiliza sus propias reglas y estas imágenes de fenómenos cósmicos estremecedores que tanto nos chocan no deben impedirnos ver el mensaje central de este evangelio. La realidad, lo bonito de este evangelio es la promesa segura y cierta de que Jesús regresará un día de forma definitiva.

Dios marca los tiempos

      El día del regreso de Jesús no pasará desapercibido, ni para los hombres, ni para ningún elemento de la naturaleza. Este tema preocupaba a los contemporáneos de Jesús. Sin embargo, Jesús dice que no podemos saber el día ni la hora. Eso lo decidirá Dios. Pues él creó la historia y el mundo, y solo él los llevará a su plenitud. A nosotros nos toca vivir sabiendo que esto acontecerá y preparándonos para ese momento. ¿Cuándo será, en esta generación? Los tiempos, una vez más, los pone Dios, no nos toca a nosotros decidirlos. Es probable entonces que nuestra generación no conozca esta segunda venida definitiva de Cristo. ¿Pierde sentido entonces este evangelio para nosotros? Por supuesto que no.

Dios vendrá y Dios viene ya hoy

       Este evangelio nos ayuda a contemplar el último día no como un día terrible y de juicio, sino como un día querido por Dios en el que él, a través de su Hijo, llevará a cumplimiento su designio de amor sobre todos los hombres. Dios siempre fiel a sus promesas, no abandonará a la humanidad a su suerte ni a su destrucción. Pero antes de esa venida definitiva hay otra venida intermedia del Señor que sí nos afecta seguro y directamente: y es la venida de Dios cada día a nuestras vidas. Es verdad que esta venida intermedia no viene acompañada de señales estridentes, pero está igualmente llena de vida. La vida que el Señor Jesús nos traerá al final de la historia será la definitiva primavera. Definitiva, porque será la vida que ya no conocerá la muerte. Para ser considerados dignos de recibir esa vida nos tenemos que preparar cada día. Hoy también tenemos que acoger a Jesús. En esta Palabra divina no hay miedo o castigo, esta Palabra contiene en sí misma la semilla de la eternidad.

Rubén Ruiz Silleras

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