Comentario al evangelio. Domingo 4º Cuaresma, ciclo C

Ese abrazo que sana

Esta página irrepetible, tan  hermosa del Evangelio

      Un padre, dos hijos, un abandono del hogar, una crisis existencial, un  padre que espera, un hermano que  vive la vida, un hermano que calla y  trabaja, un regreso a casa humillado,  una alegría infinita del padre, un  hermano incapaz de alegrarse... con estos mimbres nuestro Señor urdió  una de las páginas más emotivas y  luminosas de todo el Evangelio. Este  texto, es conocido comúnmente como la “parábola del hijo pródigo”, sin  embargo basta leerlo serenamente y  contar la veces que aparece la palabra ‘padre’, para darnos cuenta de que realmente el protagonista es el padre  de estos dos hijos. Detrás de este padre de la parábola el Señor nos ha escondido el verdadero ser de Dios, ese Dios que nos ama y que siempre tiene para nosotros un abrazo que sana, que restituye, que cura, que calla y ama al mismo tiempo.

El camino del hijo menor es un camino conocido

       El camino del hijo menor es el camino de cualquiera de nosotros. Sí, es verdad que lo que hizo estuvo muy mal, que le hizo un gran feo a su padre cuando le pidió su parte de la herencia, que el derroche de la fortuna y su comportamiento tampoco fueron nada ejemplares. Pero... ¿quién de nosotros no se ha declarado alguna vez en rebeldía?, ¿quién no se ha equivocado?, ¿quién no ha errado? Quizás la mayoría de todos nosotros. Por eso lo importante no será tanto lo que hizo el hijo menor, cuanto su arrepentimiento. La fuerza de las expresiones que utiliza el texto nos debe hacer pensar que este hijo recapacitó y sintió en el alma lo que había hecho a su padre. Y tuvo el gran valor de regresar para pedir perdón. No fue un regreso solo para solucionar su carestía, fue un camino de vuelta a casa, muy posiblemente con lágrimas en los ojos.

El padre que perdona sin rencor

        El hijo pequeño nos da el mejor ejemplo del arrepentimiento sincero. Con la determinación de reparar la falta que había hecho. Ahora bien, el centro, el núcleo de la parábola está en la descripción del comportamiento del padre: lo vio, se le conmovieron las entrañas, se echó a correr, se le arrojó al cuello y le lleno de besos. No le dejó ni formular palabra, le puso un vestido nuevo, un anillo y sandalias nuevas y le organizó el mejor banquete. Cada uno de estos verbos muestra el cariño inmenso de Dios hacia sus hijos. Que Dios perdona sin resquicio alguno, sin rencor. Que Dios lo que quiere, lo que necesita, es que volvamos a casa. Sí, queda alguien, el hermano mayor. El que no quiso perdonar. No sabemos si al final entró a la fiesta que había organizado su padre o el odio le paralizo el corazón. Podemos confiar en que al final sí entró. Pero aquí acaba la parábola y empieza nuestra vida. Dios espera para abrazarnos, toca emprender el  camino de vuelta.

Rubén Ruiz Silleras