Comentario al evangelio. Domingo 22º Ordinario, ciclo C

Ir contra corriente

Aprender de Jesús

Jesús es invitado a comer por uno de los jefes de los fariseos. El Señor no rechaza la invitación, aun a sabiendas de que, quizás, no había una intención recta y sincera detrás de ella, como así nos lo certifica el verbo griego paratereo que significa: observar atentamente, vigilar... Los comensales estaban vigilando lo que iba a hacer Jesús. Sin embargo será el Señor quien observando el comportamiento de los comensales va a aprovechar para darles una lección. Dos son, más exactamente, las lecciones que encontramos en este texto. Dicho rápidamente: la humildad y la gratuidad. Valores que no son, precisamente, muy valorados en nuestras sociedades modernas.

No buscar ser más reconocido sino buscar ser más persona

La primera lección, la de la humildad, le brota a Jesús cuando observa que todos quieren los primeros puestos. La enseñanza de Jesús no es nueva. Ya el Antiguo Testamento hablaba de esto: “No presumas ante el rey, ni te coloques entre los grandes, porque es mejor que te inviten a subir, que ser humillado ante los nobles” (Prov 25, 6). Los fariseos conocerían sobradamente este texto. Sin embargo actuaban de otro modo muy distinto. Pero no solo los fariseos, también los propios discípulos de Jesús se habían peleado por dilucidar quién era el más importante. Así que parece que el aparentar, el querer ser más que los demás, el que nos reconozcan… todo esto, es inherente a la condición humana. Sin embargo es posible vivir de otra manera. La invitación de Jesús a que busquemos los últimos puestos se debe traducir en una actitud ante la vida. Buscar la sencillez, procurar ser, ante los demás y ante Dios, humildes. No es nada fácil, pero el Señor nos ha dicho que podemos conseguirlo: “todo el que se humille, será ensalzado” (Lc 14,11b).

Ir al revés del mundo

La segunda lección es igualmente exigente. Jesús quiere acabar con esa máxima tan poco cristiana: “te doy para que me des”. Te invito a comer para que otro día lo hagas tú. Soy generoso y cordial contigo esperando que me correspondas. Quizás sea esta la mentalidad de muchos, pero no la de Jesús. El fariseo que había invitado a Jesús se quedaría de una pieza al escuchar que debía invitar a los ciegos y lisiados. Ellos, los pobres, los enfermos, representan para Jesús a todas aquellas personas que, a lo mejor, no podrán corresponder a nuestra generosidad pero que la agradecerán enormemente. Hacer el bien sin esperar recompensa. Podrán decir de nosotros que vamos contra corriente. Que hacemos lo que casi nadie hace. Afortunadamente eso no es del todo cierto. Hay muchísima gente buena en este mundo que cada día, siguiendo el ejemplo de Jesús, se esfuerza por ser humilde y por hacer el bien a los demás sin esperar nada a cambio. Por Jesús, merece la pena ir al revés del mundo.

Rubén Ruiz Silleras

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