Comentario al evangelio. Solemnidad de Cristo Rey, ciclo C

Vivir y morir amando

Jesucristo, rey del universo, reina desde la cruz

      En el capítulo 23 de su evangelio Lucas nos cuenta el proceso de Jesús ante Pilato y Herodes y la consiguiente condena a muerte. El relato del camino hacia la cruz desembocará en el texto de este domingo que nos relata la crucifixión de Jesús y que marca el final del año litúrgico. Allí, en un lugar llamado “la Calavera”, crucificaron a Jesús. Las burlas de las autoridades judías y el desprecio que muestran ante Jesús nos llenan de profunda tristeza. ¿Por qué no llegaron a descubrir realmente a Jesús? Le escucharon predicar, le vieron curar y salvar a no pocas personas, escucharon repetidamente de sus labios que él provenía de Dios y que su misión era sólo anunciar el amor con el que Dios quiere a la humanidad. Pero no quisieron creerle.

El justo injustamente condenado

      Estas injurias vertidas sobre Jesús animaron a los soldados romanos que se sumaron a la burla y también lo hizo uno de los malhechores crucificados. Todo el mundo parece estar en contra de Jesús. Dios no le ha abandonado, por supuesto, no lo hará nunca. Pero parece que, humanamente, se ha quedado solo. Sin embargo, será otro de los malhechores el que se colocará al lado de Jesús y pondrá un poco de luz en esta situación. El llamado “buen ladrón” reprochará al malhechor que insultaba a Jesús. Y este personaje anónimo emitirá la sentencia más certera sobre Jesús: “éste no ha hecho nada malo”. Esta realidad es la que no llegaron a ver ni las autoridades judías ni las romanas. Jesús no tenía ninguna culpa. Pero está ahí en la cruz. La presencia del inocente en el instrumento más cruel de suplicio ha conmocionado a este hombre. Hasta el punto de pronunciar una confesión de fe en la realeza y el poder de Jesús: “acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.

En el momento supremo de la existencia Jesús nos da la lección definitiva

      Solamente ahora Jesús va a abrir la boca. Y lo va a hacer para decir a este hombre que tiene asegurada su salvación. Sorprende el silencio de Jesús hasta ahora. No ha rebatido las injustas burlas ni de las autoridades judías, ni de los romanos, ni del malhechor que lo insultaba. Antes de esta escena, en el versículo 34, Jesús sí había hablado y estando crucificado había dicho: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Jesús ha perdonado a todos. Por eso, en nuestro evangelio, no responde a las burlas. Les ha perdonado porque los ama profundamente. A pesar de que ellos deseen verle muerto. Este es el iluminador ejemplo de Jesús: él ha muerto amando a todos. Perdonando a los que no le querían. Ofreciendo la Salvación a los que creen en él. Podemos, todos, intentar imitar a Jesús. Y de momento, vivir amando como él. Vivir perdonando. Y tomar para nosotros y convertirla en oración las palabras del buen ladrón: acuérdate de nosotros Señor, cada día.

Rubén Ruiz Silleras

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