Comentario al evangelio. Domingo 5º Cuaresma, ciclo B

Las tres lecturas de la liturgia de este domingo nos dan buenas enseñanzas:
 
Primera lectura: La ley del corazón.
 
     El pueblo judío siempre ha estado muy pendiente de las leyes de Dios. Pero, a veces, ha olvidado que las leyes de Dios son caminos hacia el amor. Por eso ha sido necesario que los profetas nos interpretaran su sentido. Hoy, el profeta Jeremías se adelanta al Nuevo Testamento y nos habla de una “alianza nueva”. Y es que una alianza sin amor es un contrasentido. Y las   leyes antiguas se habían vaciado de aquello que las sostenían: el amor. Sin amor, todas las leyes de Dios se deterioran, envejecen. Esta ley la pone Dios en el lugar de donde nunca debieron salir: el corazón. Estonos hace pensar que las leyes de Dios, cumplidas sin amor, son un cumplimiento. Un cumplo y miento. Por eso Jesús fue tan crítico contra los judíos de su tiempo. En realidad eran unos hipócritas. Antes de cumplir cualquier norma debemos reflexionar “desde donde” las cumplimos. Si no vienen del corazón están mal situadas.
 
Segunda lectura: Jesús aprende algo que no sabía como Dios: obedecer.
 
     Jesús vive en una obediencia total al Padre. Esto le costará “gritos y lágrimas”. Así aprende a obedecer, es decir, aprende lo que significa ser hombre. Y asume la Encarnación con todas sus consecuencias. ¿Quién es hombre y no sufre? ¿Quién es hombre y no llora? ¿Quién es hombre y no muere? Jesús quiso ser hombre con todas sus consecuencias. Y así se hace verdaderamente “nuestro hermano”.
 
Tercera lectura: Jesús tiene una ley: la del grano de trigo. Tiene que morir para dar fruto.
 
      Bello y grandioso el deseo de aquellos “griegos” que se acercan a Felipe y le dicen: “Queremos ver a Jesús”. No eran judíos, pero han entendido que Jesús es patrimonio de toda la humanidad. Todos, judíos y no judíos, tenemos necesidad de Jesús. Jesús no es un lujo sino una necesidad. Y como tenemos necesidad de comer, de beber, de dormir, de respirar, así también tenemos necesidad de Jesús.
 
     “El grano de trigo, si no muere, no da fruto”.  Si el labrador se lamentara de tirar la semilla en el campo y prefiriera guardarla en el granero, mantendría la semilla, pero no podría obtener fruto. Dar la vida, entregar la vida, gastar la vida por los demás, a todos nos cuesta. También a Jesús. Pero Jesús no mira lo que tira, sino el fruto que va a recoger. Y si yo hoy soy cristiano, si yo puedo salvarme, si yo puedo enriquecerme con los tesoros de Dios, ha sido porque Jesús, como buena semilla, se enterró en el campo, murió, pero después resucitó. La resurrección de Jesús fue la gran cosecha para todos. Es cierto que Dios no quiere el dolor ni el sufrimiento. Ni para su Hijo ni para nadie. Pero sabe que sólo a través del sufrimiento puede quitar el sufrimiento. Sólo muriendo, puede dar la vida a todos. Una vida gastada, entregada a los demás, es la mejor manera de encontrarla en plenitud.
 
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