Comentario al evangelio. Domingo de Pascua, ciclo B.

Al leer los evangelios, nos damos cuenta de lo difícil que tuvo que ser para ellos el intentar narrar lo inenarrable; plasmar en lenguaje humano un acontecimiento que ya pertenece a otra realidad, a una situación totalmente diferente. Veamos algunos datos.

1.- El primer día de la semana.

Era el día siguiente del sábado, día de descanso, día de fiesta, consagrado a Yahvé. Para los cristianos, el gran día que van a celebrar es el día en que Jesús Resucitó. Con Cristo Resucitado llega un nuevo día, una nueva época. El primer día ya no será el del Génesis cuando Dios creó el cielo y la tierra. Con la Resurrección de Jesús hay una nueva creación. Y con Él “se hacen nuevas todas las cosas” (Apo. 21,5).

2.– Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

A María Magdalena le interesa el “cadáver” para poder ungirlo con perfumes. Todavía le falta la fe, pero derrocha mucho amor. Por eso se desconcierta cuando piensa que se han llevado esa frágil y precaria presencia del Señor. No es posible un robo porque unos ladrones no pierden el tiempo en despegar las vendas adheridas a la sangre del cuerpo y dejarlas bien plegadas. La Resurrección de Jesús no es como la de Lázaro que sale envuelto en las vendas y el sudario, es decir, sigue atado a las realidades de este mundo. Otra vez le volverán a vendar cuando muera de nuevo. Jesús ha resucitado para no morir y ha entrado glorioso y para siempre en la vida de Dios. A esta Resurrección nos asocia a todos nosotros y no a la de Lázaro.

3.– Pedro entró, vio, pero no creyó. Juan entró, vio y creyó.

En el evangelio de Juan hay un “ver” con minúscula y un VER con mayúscula. Sólo los que ven con mayúscula, es decir, en profundidad, creen. Y en este caso, el primero que da el paso a la fe es el discípulo amado. Pedro y María Magdalena, iluminados por el Espíritu, creerán más tarde.

4.– No habían entendido la Escritura que dice que Él tenía que resucitar.

Es muy interesante esta aportación que nos hace Juan al vincular la Resurrección de Jesús con las Escrituras. En este relato no se habla de apariciones ni de Jesús ni de ángeles. A través de la Palabra de Dios, profundizada por el Espíritu Santo, tenemos un acceso a la fe del Resucitado. Sin necesidad de apariciones, con la Palabra de Dios, en la fe desnuda, nos podemos encontrar con el Resucitado. Y podemos hacer nuestra la bienaventuranza de Jesús a Tomás: “Dichosos los que sin ver, creyeren” (Jn.20,29). Es el Espíritu Santo el que nos lleva a la verdad completa, a la verdad profunda, a la verdad sin dudas.

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