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Manos Unidas: Saber leer lo que escribe Dios.

Queridos hermanos y amigos: paz y bien.
   Se ha recordado recientemente la labor que hace la Iglesia Católica en favor de los diversos pobres de todas las pobrezas. No somos una agencia cultural de músicas, pinturas, teatros, cines y paisajes exóticos. Nuestra cultura, la cristiana, nace de un encuentro con Dios: cuando asomados a su atalaya vemos las cosas como las contemplan sus ojos y las soñamos como las desea su Corazón. Este ver y soñar, genera inevitablemente un modo distinto de plasmar la realidad, de agradecerla o de transformarla... según Dios.
   Por eso, la comunidad cristiana siempre ha tenido cuidado esmerado no sólo en celebrar bien la liturgia con la que alabamos al Señor, ni sólo en educar a sus miembros con una formación catequética adecuada, sino también ha tenido siempre una especial atención a todos los gestos de caridad con los que testimoniamos que somos creyentes de un Dios Amor.
   La Encíclica de Benedicto XVI afirma que el amor verdadero no puede ser suplido por el Estado. "Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo. El Estado que quiere proveer a todo, que absorbe todo en sí mismo, se convierte en definitiva en una instancia burocrática que no puede asegurar lo más esencial que el hombre afligido —cualquier ser humano— necesita:
una entrañable atención personal. Lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales y que unen la espontaneidad con la cercanía a los hombres necesitados de auxilio. La Iglesia es una de estas fuerzas vivas: en ella late el dinamismo del amor suscitado por el Espíritu de Cristo. Este amor no brinda a los hombres sólo ayuda material, sino también sosiego y cuidado del alma, un ayuda con frecuencia más necesaria que el sustento material" (Deus Caritas est, 28b).
   Por eso existen en la Iglesia del Señor los distintos cauces para que ese dinamismo del amor que ha sido inspirado, sostenido, acompañado y culminado por Jesucristo, pueda llegar a las personas concretas que adolecen también penurias concretas, sea cual sea el nombre de su pobreza particular. Uno de esos cauces está representado por la organización de Manos Unidas. Son unas "manos" que "une" Dios, para poder repartir esa forma de amor que llamamos solidaridad cristiana con los más desfavorecidos. El lema de esta campaña es significativo: "Sabes leer. Ellos no. Podemos cambiarlo".
   En el mundo quedan todavía 130 millones de niños sin escolarizar. También ellos tienen hambre de cultura, hambre de saber, y necesitan que alguien les enseñe a leer... todas las letras que entraña la vida. No se trata de enseñarles a leer la publicidad de la sociedad consumista y hedonista que no entiende ni de amor ni de solidaridad, sino enseñarles a leer tantas cosas que deben conocer para vivir con dignidad, con verdad, con libertad. Esta es la lectura que queremos nosotros promocionar desde Manos Unidas. Dios nos deletrea tantas cosas hermosas, con letras de paz que es preciso aprender a leer. Ojalá que les enseñemos nosotros, no desde nuestra ignorancia opulenta, sino desde nuestra sabiduría aprendida en los labios de Dios en las aulas de la vida de la Iglesia.
   Recibid mi afecto y mi bendición.

 
+Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca

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