Buscadores de Dios (5-1-2014)

BUSCADORES DE DIOS

      Queridos hermanos en el Señor:      

      Os deseo gracia y paz.        

      Hay momentos en que nos sentimos replegados sobre nosotros mismos, nos mostramos quejumbrosos, nos sentimos siempre dispuestos a mirar lo que no funciona, no dejamos espacio para la novedad que brota sin que apenas se note.      

      Llega el momento en que no debemos perdernos en las palabras y, sencilla y confiadamente, ponernos en camino como los Reyes Magos. Ir al encuentro de Alguien que nos espera y que nos guía con una estrella luminosa, incandescente, la luz de la fe.      

       Los misteriosos Magos de Oriente iniciaron un camino exterior que concluyó cuando llegaron a la meta. Pero también realizaron una peregrinación interior que cambió toda su vida.      

       Se pusieron en camino para ir a buscar a un Rey. Sabían que el mundo estaba desordenado, pero no se dejaron acobardar por el desconcierto. Sabían que existía una hermosa armonía en las estrellas, y que una nueva sinfonía estaba a punto de aparecer en algún lugar lejano.      

       Los Magos abandonaron sus seguridades y partieron acompañados por un deseo grande, por una esperanza cierta. Era como si siempre hubieran esperado aquella estrella.      

       Nosotros necesitamos salir de la oscuridad que nos rodea por todas partes, que nos seduce, nos envuelve y nos arrolla.      

      Como los Magos, nos situamos delante del Señor para adorarle, para reconocer lo mucho que ha hecho por nosotros, el amor con que nos ha abrazado desde la eternidad, la solicitud con que nos guía y acompaña, la ternura con que nos sostiene y la misericordia con que nos apoya.      

       La adoración tiene un contenido e implica una donación. Adorar al Señor significa abandonar los ídolos, rechazar todo lo que nos oculta la auténtica manifestación del amor, impedir que los sucedáneos ocupen el lugar que únicamente puede y debe ocupar Dios. Y adorar significa también convertirnos nosotros mismos en regalo, en presente. Todo lo que somos, barro insignificante en manos del alfarero, puede ser moldeado según un nuevo y definitivo proyecto.         

       Ante el Señor se postran los pobres en el espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de la justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa de la justicia, los que son insultados, perseguidos y calumniados por causa del Señor.      

        Dios conduce a su casa a todos y todas las cosas. De un modo que solamente Él conoce. Sigue haciéndolo con nosotros, que somos humildes buscadores, abandonados a su acción, fascinados por su atracción, seducidos por su amor, alentados por su gracia.      

        Y los buscadores se convierten en misioneros, verdaderos testigos de la luz que es Cristo.

        Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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