Comentaraio evangélico. Domingo 33 Ordinario, ciclo C.

No quedará nada

        En aquel tiempo, no quedará nada de lo que nos vanagloriamos. No quedarán ‘templos magníficos’ ni ‘estructuras bien pensadas que permitan evaluar los objetivos asumidos’ ni ‘discursos retóricos’ ni ‘discursos desde la vida’. No quedará nada. Quizás tampoco queden muchos cristianos, porque se los haya ido comiendo el mundo. Quizás tampoco quede mucha fidelidad entre los bautizados, porque han confundido los planes de Dios con los humanos. Sin embargo, el mensaje del Señor es consolador: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
        ¿Por dónde se mueve la perseverancia? La perseverancia recorre diariamente el camino que va desde el altar de la eucaristía hasta lo cotidiano de nuestras vidas. En este camino hay pobres, enfermos, perseguidos, ignorantes, presos. Y, en este camino, hay mucha gracia de Dios. Mucho amor sembrado por él y mucho amor acogido por muchos a los que llamamos santos. ¿Santidad? Claro, la perfección en la caridad, el vivir en el amor de Dios. La caridad que se da completamente en el altar de la Cruz, que recibimos completamente en la comunión -cuando estamos libres de lastre y pecados-.  La caridad que dispensamos completamente en las obras de misericordia y que nos dispone para volver al altar para ofrecer a Dios la ofrenda del trabajo y la familia.

        La caridad es perseguida. No para darle alcance, sino para aniquilarla.“Os echarán mano, os perseguirán…”. Pero la caridad en nosotros, si estamos fijos en Dios, crecerá y toda persecución nos “servirá de ocasión para dar testimonio”.
        ¿Y mientras tanto? Mientras tanto el trabajo. Es el mandato de san Pablo, aprendido en el ‘evangelio de Nazaret’, el de la ‘vida oculta’: que trabajemos “con sosiego para comer su propio pan”. Trabajo, paz, pan son palabras que solo pueden pronunciarse en Dios, ya que él nos ha enseñado su significado, dándoles pleno sentido. En la paz del que vive en Dios, el trabajo es santo y sus frutos son pan para la familia y pan para el mundo.

        Para terminar, el anuncio de Malaquías: “A vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra”. María, madre de Jesús y madre nuestra, danos toda la misericordia para que anunciemos y vivamos esta nueva era.

José Antonio Calvo

We use cookies
Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas este portal web que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos.