Comentario al evangelio. Domingo 12º Ordinario, ciclo A.

1.– El miedo nos paraliza.

Jesús, después de la Resurrección, se encuentra a unos discípulos “encerrados por miedo a los judíos” (Jn. 20,19). Unos discípulos llenos de miedo no pueden salir a ninguna parte. Esta Iglesia que debe dar al mundo la gran noticia de la Resurrección, está frenada, paralizada por el miedo. Sólo cuando Jesús aparece se llenan de gozo y salen a llevar la buena noticia al mundo entero.  Sin experiencia de Resurrección no se puede vencer el miedo y la Iglesia que “debe estar en salida” está anclada en el pasado, replegada sobre sí misma, lamentándose de ir perdiendo fieles cada día, sin horizonte, sin ilusión, sin esperanza, sin futuro. Sólo un encuentro vivo con el Resucitado nos hará perder todos los miedos.

2.– El miedo nos esclaviza. 

En el escrito a los Hebreos se nos dice algo asombroso: «Cristo vino a liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos” (Heb. 2,15).  Cristo no sólo vino a librarnos de la muerte sino del miedo a morir. El miedo a morir nos hace vivir como esclavos. El evangelio de hoy nos anima a poner toda la confianza en un Padre maravilloso que no permite que caiga un pájaro al suelo sin su permiso y tiene contados hasta los cabellos de la cabeza. Tenemos un Padre que está al tanto de todo y nos quita el miedo a vivir y el miedo a morir. Dios no quiere esclavos que le sirvan por miedo sino hijos que le sirvan por amor.  Es interesante un testimonio del s. V de San Pedro Crisólogo: “El mismo Dios nos enseña a orar: Padre Nuestro. Nos empuja a orar así y nos lo manda. Por eso seguimos la gracia que nos llama, seguimos el amor que nos arrastra, seguimos el cariño que nos invita. Que Dios es nuestro Padre, lo siente nuestro corazón, lo confiesa nuestra alma, lo proclama nuestra lengua. Y todo lo que hay en nosotros corresponde a la gracia y no al temor; porque quien de juez pasó a ser nuestro Padre, quiere ser amado y no quiere ser temido”. Dios quiere que vivamos con la libertad de hijos de Dios.

3.– El miedo no nos deja disfrutar.

Uno de los males mayores del miedo es que no nos deja disfrutar de la vida.  Dios ha creado para nosotros un mundo maravilloso y quiere que lo disfrutemos. Que disfrutemos del sol, de la brisa, del agua, de un bello atardecer, del canto de los pájaros, y de toda la creación. Y quiere aún más que disfrutemos de la amistad, del compartir juntos una mesa, del cariño de las personas. Pero, sobre todo, quiere que disfrutemos de Dios. Quiere que desterremos para siempre esas imágenes de Dios que nos asustan y nos distancian. Que disfrutemos de un Dios que es Padre que nos ama con locura; que disfrutemos de Jesús, nuestro amigo y nuestro hermano que ha ido a la Cruz para expresarnos lo que nos quería; y de un Espíritu Santo que es Amor y tira de nosotros hacia la unidad.

Iglesia en Aragón

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