Alabado seas, mi Señor (8-6-2015)

ALABADO SEAS, MI SEÑOR

      Queridos hermanos en el Señor:  

      Os deseo gracia y paz.

      El libro del Génesis afirma: “El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara” (Gn 2,15). El ser humano es guardián y custodio de todo lo creado. El cultivo, la cultura y el culto -entendido como acción de gracias al Señor por todo lo que nos regala- forman parte del designio de amor que está en el origen de todas las cosas.      

      Hemos der ser capaces de conocer a Dios a partir de los bienes visibles y de reconocer al Creador fijándonos en sus obras. San Pablo escribe: “lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son perceptibles para la inteligencia a partir de la creación del mundo a través de sus obras” (Rom 1,20).  En varias ocasiones el Papa Francisco ha destacado la importancia de custodiar la creación y nos ha advertido del riesgo de explotarla y descuidarla. El Papa insiste en el hecho de que el verbo “cultivar” recuerda el cuidado que tiene el agricultor de la tierra para que dé un fruto que se pueda compartir. Cultivar y custodiar la creación no es solamente una indicación que Dios señaló al inicio de la historia, sino una responsabilidad que nos corresponde a cada uno de nosotros para que el mundo se transforme en un lugar habitable para todos.       

       Benedicto XVI nos invitaba a leer en la creación “el ritmo de la historia de amor de Dios con el hombre”. Es necesario percibir el ritmo y la lógica de la creación. Es preciso superar la soberbia de dominar, de poseer, de manipular, de explotar. La creación ha de ser respetada y custodiada como un regalo gratuito que se nos ofrece y del que hemos de responder.      

       Según el Papa Francisco, el cultivo y la custodia de la creación también se refiere a las relaciones humanas. Existe una ecología humana muy vinculada a la ecología medioambiental.  Hay un grave problema de ética y de antropología que hace que la persona humana esté en peligro. Hay hombres y mujeres sacrificados a los ídolos del beneficio y del consumo. Hay niños a los que se impide nacer, niños que no tienen qué comer, personas sin techo que mueren de frío en la calle. Hay muchas personas y familias que sufren hambre y malnutrición.      

       La vida humana no se percibe como un valor primario que hay que respetar y tutelar, especialmente si es pobre o discapacitada, si no sirve todavía -como el que ha de nacer- o si ya no sirve -como el anciano-.      

      Son repetidas las intervenciones del Papa Francisco en las que nos exhorta a respetar y custodiar la creación, a estar atentos a cada persona, a contrarrestar la cultura del desperdicio y del descarte y a promover la cultura de la solidaridad y del encuentro.      

       Cuidar de la creación es custodiar el don de Dios y decirle “gracias”. No somos dueños de la creación. La creación no es una propiedad de la que podemos disponer a nuestro gusto, y tampoco es una propiedad sólo de unos pocos. La creación es un don maravilloso que tenemos que cuidar y utilizar en beneficio de todos, con respeto y gratitud.          

       Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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