Abrir la puerta al Señor (5-7-2015)

ABRIR LA PUERTA AL SEÑOR

     Queridos hermanos en el Señor:  

     Os deseo gracia y paz.

      El libro de la Sabiduría, escrito probablemente en Alejandría de Egipto hacia el año 30 a.C., recoge en el capítulo segundo un razonamiento, calificado como equivocado, que tiene muchas semejanzas con el pensamiento actual de muchas personas. Nos fijamos en cinco expresiones puestas en labios de “los impíos”:  

1) “Razonando equivocadamente se decían: "Corta y triste es nuestra vida y el trance final del hombre es irremediable; no consta de nadie que haya regresado del abismo"” (v. 1).   

2) “Nacimos casualmente y después seremos como si nunca hubiésemos existido. Humo es el aliento que respiramos y el pensamiento, una chispa del corazón que late” (v. 2).

 3) “Cuando ésta se apague, el cuerpo se volverá ceniza y el espíritu se desvanecerá como aire tenue” (v. 3).

 4) “Con el tiempo nuestro nombre caerá en el olvido y nadie se acordará de nuestras obras. Pasará nuestra vida como rastro de nubes y como neblina se disipará, acosada por los rayos del sol y abatida por su calor” (v. 4).  

5) “Nuestra vida, una sombra que pasa, nuestro fin, irreversible; puesto el sello, nadie retorna” (v. 5).  Los impíos piensan que la solución es disfrutar de los bienes presentes y gozar de lo creado con ardor juvenil (v. 6), embriagarse de vinos exquisitos y de perfumes, no dejar escapar una flor primaveral (v. 7), coronarse con capullos de rosas antes que se marchiten (v. 8), que ningún prado escape a sus orgías y dejar por doquier señales de su gozo (v. 9).      

       Se proponen oprimir al pobre inocente y no tener compasión de la viuda, ni respetar las canas venerables del anciano (v. 10); que sea su fuerza la norma de la justicia, pues, según ellos “lo débil es evidente que de nada sirve” (v. 11).      

      Se animan a acechar al justo, que les resulta fastidioso, porque se opone a su modo de obrar, les reprocha las faltas contra la ley y les reprende contra la educación recibida (v. 12).      

       Dicen del justo: “presume de conocer a Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios” (v. 13). Añaden: “Es un reproche contra nuestros criterios, su sola presencia nos resulta insoportable. Lleva una vida distinta de todos los demás y va por caminos diferentes. Proclama dichoso el destino de los justos, y presume de tener por padre a Dios” (vv. 14-15.16b).      

        Impío es el que vive de espaldas a Dios; el que no reconoce una relación fundante con Dios; el que, rechazando la luz, camina hacia la oscuridad, la noche y la muerte. El capítulo segundo de la Sabiduría afirma: “así discurren pero se equivocan, pues los ciega su maldad” (v. 21).      

        El “justo” por excelencia es Jesucristo, que disipa nuestros razonamientos equivocados; que nos revela el rostro del Padre, “amigo de la vida” (Sab 11,26); que nos descubre un horizonte insospechado; que afirma: “yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10); que se nos manifiesta con estas palabras: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre” (Jn 11,25-26); que dice de sí mismo: “Yo soy el camino y la verdad y la vida” (Jn 14,6); que repite incesantemente: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5).   

       Jesucristo es el que nos dice a cada uno: “Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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