"Y lollevó a Jesús" -Jn. 1, 42- (28-6-2015)

“Y LO LLEVÓ A JESÚS” (Jn 1,42)      

      Queridos hermanos en el Señor:  

      Os deseo gracia y paz.

      Según narra el cuarto evangelio, dos de los discípulos de Juan Bautista oyeron las palabras de Jesús y lo siguieron. Fueron con él, vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día. Uno de estos discípulos del Bautista era Andrés, hermano de Simón Pedro. Cuando Andrés encontró a su hermano, le dijo: “Hemos encontrado al Mesías” (Jn 1,41). El evangelista añade una frase magnífica: “Y lo llevó a Jesús” (Jn 1,42).      

      Es preciosa la tarea de llevar a las personas a Jesús después de habernos encontrado nosotros con el Señor. Los padres llevan a sus hijos a Jesús, para que sean bautizados. Padres, abuelos y padrinos, acompañados por la gran tarea de los catequistas, llevan a los adolescentes y jóvenes a Jesús en la Confirmación.      

     También se dan casos en los que son los hijos quienes llevan a sus padres a Jesús. Es frecuente el caso de padres que se replantean la vida de fe a la luz del nacimiento de sus hijos y de la solicitud del Bautismo. De modo semejante, son los niños que se preparan para recibir la Primera Comunión quienes acercan a los padres hacia Jesús reanudando la relación con la comunidad parroquial. Aunque se trate de un regreso esporádico, lo importante es que se produce un retorno a las raíces, al “amor primero”.       Pero es muy significativa la posibilidad que tenemos cada uno de nosotros de llevar a los demás hacia Jesús, de modo que podemos favorecer un encuentro. El encuentro con Jesús es un acontecimiento que cambia la vida. Jesucristo es nuestro mayor tesoro y nuestra inquietud es que hay muchas personas que todavía no han oído su nombre y no le conocen personalmente.      

      ¿Cómo podemos llevar a cabo el mismo proceso que realizó Andrés (“Y lo llevó a Jesús”).      

      En primer lugar, no siendo nosotros un obstáculo, no desdiciendo con la vida lo que proclamamos con los labios. Se trata de ser coherentes, con un testimonio de primera mano, con un estilo de vida capaz de suscitar preguntas (¿por qué se comportan de este modo los cristianos?), de responder interrogantes (quien conoce a Jesús vive de otra manera, se siente feliz por dentro, comunica alegría a su alrededor, es capaz de dar razón de su esperanza, descubre sentido en la vida e inspira confianza), de asegurar comprensión y ayuda, de garantizar amistad y amor.      

      En segundo lugar, estando firmemente convencidos de que no es lo mismo conocer a Jesús que no conocerlo. ¡Cambia tanto la vida! Realmente, no es lo mismo caminar junto a Jesucristo, que es la luz, que caminar a oscuras. No es lo mismo vivir una soledad poblada de aullidos que escuchar la suave, incisiva y penetrante palabra de Jesús.      

       En tercer lugar, siendo conscientes de que quien conoce a Jesús se incorpora también a su Cuerpo, que es la Iglesia, comunidad de discípulos misioneros, de evangelizadores con Espíritu. Se pasa a formar parte de una familia, del Pueblo de Dios que peregrina.

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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