¿Puede una vela iluminar el mundo? (4-12-2016)

¿PUEDE UNA VELA ILUMINAR EL MUNDO?


      Queridos hermanos en el Señor:
       Os deseo gracia y paz.
      La campaña de la “Vela solidaria” de Manos Unidas nos impulsa a no quedarnos con los brazos cruzados, a superar las actitudes de indiferencia, de inercia, de desconfianza, de derrotismo. Una pequeña vela puede transformar una noche oscura en un esperanzador amanecer. Una vela puede contribuir a disipar la tiniebla que rodea a muchas personas que carecen de lo imprescindible. No tienen hogar estable, ni trabajo, ni posibilidad de estudios, ni condiciones higiénicas ni sanitarias saludables, carecen de cualquier posesión que les garantice una vida digna. Su historia es dramática, su presente es una sucesión ininterrumpida de sufrimientos. En nuestras manos está la posibilidad de secundar una sencilla iniciativa que puede hacer que cambie su vida actual y que no carezcan de futuro.
      La “Vela solidaria” comunica luz porque no se conforma con el dominio de la oscuridad. Hay muchas personas que viven mal y, además, no tienen ninguna esperanza de que las cosas puedan cambiar y, mucho menos, de que puedan mejorar. Se trata de llevar una ligera iluminación para abrir un resquicio de esperanza en un firmamento denso y opaco. Porque, a muchas personas parece que se les ha caído el cielo encima, como una pesada carga de plomo.
      La “Vela solidaria” tiene voz porque nos despierta de nuestra somnolencia, de nuestra apatía. Tiene voz porque clama por la justicia, por un mundo más humano, más fraterno, más digno, donde los bienes estén mejor repartidos. Grita en nombre del amor, desde la creatividad de la atención generosa.
      La “Vela solidaria” ilumina nuestros ojos para ver a los más vulnerables. Nos permite mirar con atención, con solidaridad, con generosidad. Seríamos ciegos empeñados en no ver si ignorásemos el sufrimiento, la aflicción, la debilidad de quienes tienen rostro, historia, características peculiares. Con la luz de esta pequeña vela descubrimos el perfil de un hermano en los rasgos que no conseguimos distinguir si miramos solamente desde nuestra abundancia y desde nuestro bienestar. 
      La “Vela solidaria” abre nuestras manos para colaborar, para compartir. Manos que se unen con otras manos generosas. No se trata solamente de acudir en ayuda de los más necesitados y empobrecidos para darles una parte insignificante de lo que nos sobra. Se trata, más bien, de realizar una común tarea entre ellos y nosotros. La “Vela solidaria” no suscita una actitud pasiva, meramente receptiva. Por el contrario, contribuye a generar una respuesta activa.
      La “Vela solidaria” extiende nuestros brazos que se alargan para acoger, ayudar, cooperar. Unos brazos demasiado acostumbrados a retener, acumular, acaparar. A través de una sencilla luz podemos llegar hasta donde no pensamos. Se trata de alcanzar a quienes están lejos en la distancia, pero cerca del corazón.
      La “Vela solidaria” nos recuerda que no puede haber personas descartadas. Ya no se trata ni siquiera de marginación, de rechazo o de exclusión. Es algo todavía más trágico: hay personas que se vuelven invisibles. No nos llega su voz. No escuchamos su lamento dolorido. Se olvidan sus derechos. No se reconoce su existencia. Hasta que, con la luz nueva y creciente de una vela, descubrimos su presencia, compartimos su angustia y colaboramos para reconocer su dignidad, sus posibilidades y sus capacidades.
      Sí, realmente una vela puede iluminar el mundo. Porque hay muchas personas más allá del reducido círculo de nuestros intereses que necesitan ser vistas. No se puede ocultar ni ignorar su presencia y sus carencias.
      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+ Julián Ruiz Martorell, Obispo de Jaca

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