Comentario evangélico. Domingo 3 Pascua, ciclo A.

Domingo III de Pascua, ciclo A. 4 de mayo de 2014. Juan 24,13-35.

Camino de vuelta.


      No sabemos por qué estos dos hombres abandonaron Jerusalén e iniciaron el camino hacia Emaús. El resto de los discípulos estaba –todavía paralizado por lo que había pasado- en Jerusalén.  ¿Se alejaban derrotados de la ciudad en la que habían visto morir a su Señor?. Es muy posible. En este caso este camino de vuelta tenía su punto de llegada no en una aldea llamada Betania sino en la angustia existencial, en la desesperanza.  En cualquier caso, lo que sí dice el texto es que estos hombres estaban de camino, conversando y discutiendo sobre todo lo que había pasado. Y algo importante debía pasar en sus corazones para no reconocer a Jesús cuando éste se les acercó en el camino. La pregunta de Jesús que podría parecer llena de candidez (¿cómo preguntas qué ha pasado?, Tú lo sabes bien Señor), es la que provoca un bello relato de los dos caminantes: Nosotros esperábamos que Él fuera el futuro libertador de Israel. Sí creíamos en Él, su palabra era poderosa, solo podía venir de Dios pues sus obras eran también extraordinarias. Él tenía que devolver la esperanza a nuestro pueblo.  Esperábamos en Él.  Pero todo se ha venido abajo. Aunque algunos de los nuestros han dicho que ésta vivo, pero nadie le ha visto.  Es el relato de dos hombres que creen que todo ha acabado. Han creído en Jesús, pero ahora piensan que todo está perdido.
       Jesús les ha escuchado con respeto, sin interrumpirles. Pero están cegados por la tristeza y no tienen la lucidez suficiente para descubrir que ya las Escrituras hablaban de lo que le sucedería al Mesías.  Por eso, ahora, Jesús en el camino se va a convertir, una vez más, en maestro. Les va a enseñar, les va a ayudar a descubrir que las cosas no son como ellos creen.
       Al llegar a la aldea los caminantes aún no habían reconocido a Jesús, pero seguro sentían un cariño especial por aquel hombre que les había hablado con autoridad de la misión del Mesías. Por eso, cumpliendo la ley de la hospitalidad le piden a Jesús que se detenga en su casa. Las palabras de Jesús serán ahora completadas con el gesto de la fracción del pan. Este será el momento clave donde reconocerán a la verdadera identidad de ese caminante misterioso: ¡es Jesús, es el Señor!
        Y de nuevo en camino. Otro camino de vuelta. Sucede que éste tendrá poco que ver con el primero. Ahora los dos de Emaús emprenden sí el mismo camino, ahora en dirección a Jerusalén, pero el ánimo es bien distinto,  no tiene nada que ver con lo que sentían en su corazón tan apenas hace unas horas.  Éste es un camino de gloria, de alegría, para llegar a compartir con los suyos que sí, que era verdad, que el Señor había resucitado. 
         El Señor ha resucitado. Y con esta noticia todos podemos emprender nuestro particular camino de vuelta.  De nuestras rutinas, tedios y desánimos emprender el camino de vuelta hacia la alegría del creer.  No hacemos solos el camino, Él va con nosotros.


Rubén Ruiz Silleras.

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