Comentario al evangelio. Domingo 33º Ordinario, ciclo C.

1.- ¡Qué pronto se hizo tarde!

      En tiempo en que se escribe este evangelio todos creen que el fin del mundo está cerca. Cuando se escribe este evangelio ha ocurrido algo trágico para el pueblo de Israel: la caída del Templo de Jerusalén, lugar donde todo judío tenía puesta su seguridad. Tan grave es este acontecimiento que lo interpretan como un aviso, una señal de que el fin del mundo ya estaba cerca. Esta convicción no sólo se hizo presente en el mundo judío, sino que los mismos cristianos estaban convencidos de ello. En la carta a los tesalonicenses que hemos leído en la segunda lectura, San Pablo interviene enérgicamente contra esos cristianos que, ante la llegada del fin del mundo, han dejado de trabajar. “El que no trabaja que no coma”. (2ª lectura). Aquí no se trata del que no tiene trabajo, sino del que no quiere trabajar. Y entonces, ¿en qué emplea su tiempo? “En no hacer nada”. Hay gente que no da golpe y se pasa el día criticando a los demás. A esas personas también hay que decirles: Y tú, además de no hacer nada, ¿qué haces? Uno de los más grandes crímenes de la vida es “matar el tiempo”.

2.- Precisamente el evangelista San Lucas abre una nueva brecha entre los cristianos. 

     El mismo texto del evangelio de hoy nos dice: “no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida”. San Lucas escribe dos libros complementarios: El Evangelio y los Hechos de los apóstoles. En el evangelio se nos dice todo lo que Jesús dijo e hizo.  Pero esa preciosa vida no podía quedar enterrada en una tumba. Jesús resucitó y así el Padre dejó bien claro que su Hijo tenía razón. Una vida tan bella, tan sencilla, tan ejemplar, debería prolongarse en este mundo. Por eso, si el Evangelio es el “tiempo de Jesús”, los Hechos de los apóstoles son “el tiempo de la Iglesia”. La vida de Jesús hay que encarnarla en la vida de cada cristiano. No es tiempo de pensar en el “fin del mundo”, ni tampoco es tiempo de “quedarse mirando al cielo” contemplando a Jesús subir entre las nubes. Es tiempo de trabajar, de extender el reino de Dios, de hacer un mundo nuevo, es decir, de hombres y mujeres que “sigan el camino de Jesús”. Este mundo tiene que cambiar; pero no lo van a cambiar ni los sabios, ni los políticos. Lo cambiarán aquellos que tomen en serio el testamento de Jesús: “Amaos unos a otros como yo os he amado”. Este mundo cambiará con una revolución: la revolución del corazón, la revolución del amor.


3.- Los tiempos de crisis pueden ser los mejores para la fe. 

      Los tiempos difíciles no han de ser tiempos para los lamentos, la nostalgia o el desaliento. No es la hora de la resignación, la pasividad o la dimisión. La idea de Jesús es otra: en tiempos difíciles «tendréis ocasión de dar testimonio». Es ahora precisamente cuando hemos de reavivar entre nosotros la llamada a ser testigos humildes pero convincentes de Jesús, de su mensaje y de su proyecto. Durante tres primeros siglos, la Iglesia fue perseguida. A esa época se le denomina la época de los mártires. Y de ella dijo Tertuliano: “La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”. El Papa Francisco insiste en que la época que nos toca vivir está dando a la Iglesia más mártires que nunca. El Padre no abandona a esta Iglesia perseguida. El evangelio de hoy termina con esta promesa: “Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.  A los cristianos de hoy se nos pide “perseverar”. Un verbo que no está de moda. Esta época nuestra está marcada por el “cansancio”. Hay muchos matrimonios cansados; hay demasiados religiosos y sacerdotes cansados. El Papa del futuro no va a necesitar milagros para hacer santos. Bastará una pregunta: En esta Iglesia nuestra ¿Quién no se ha cansado? ¿Quién ha vivido su vocación con gozo e ilusión hasta el final? ¿Quién no ha perdido el amor primero? Ya esto bastará para hacerlo santo. Después del Corona-virus, las cosas no pueden seguir igual. Es verdad que ha habido mucho sufrimiento y muchos han desaparecido en una terrible soledad. Pero ha habido mucha ternura, mucha solidaridad, mucha heroicidad, mucha santidad. Todas esas semillas tienen que dar fruto. Es cuestión de esperar y confiar. 

Iglesia en Aragón

We use cookies
Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas este portal web que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos.