El cuchillo y el tenedor (17-7-2016)
EL CUCHILLO Y EL TENEDOR
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
En el Ángelus del 8 de noviembre de 2015 el Papa Francisco contó la siguiente anécdota, que sucedió en Buenos Aires: “Estaban en la mesa una mamá con sus tres hijos; el papá estaba en el trabajo; estaban comiendo filetes empanados… En ese momento, llaman a la puerta y uno de los hijos -pequeños, 5, 6 años, y 7 años el más grande- viene y dice: "Mamá, hay un mendigo que pide comida". Y la mamá, una buena cristiana, les pregunta: "¿qué hacemos?". -"Démosle mamá…". -"De acuerdo". Toma el tenedor y el cuchillo y les quita la mitad de cada filete. "¡Ah, no, mamá no! ¡Así no! Dáselo del frigo". -"¡No, preparamos tres bocadillos con esto!". Y los hijos aprendieron que la verdadera caridad se hace no con lo que nos sobra, sino con lo que nos es necesario. Estoy seguro que esa tarde tuvieron un poco de hambre... Pero, así se hace”.
Durante este Año de la Misericordia estamos llamados a realizar gestos concretos con las personas más frágiles de la sociedad. Hemos de practicar la verdadera caridad. Sabemos que las instituciones realizan una gran labor, y apoyamos con nuestra ayuda a Cáritas, Manos Unidas, Cruz Blanca, Conferencias de san Vicente de Paúl, proyectos de las congregaciones religiosas y otras muchas iniciativas de carácter socio-caritativo. Valoramos su labor de acogida, promoción, inserción social y laboral y cooperación internacional.
Pero llega un momento en el que tenemos que compartir no lo que nos sobra, sino aquello que consideramos como propio. Hay que tomar el cuchillo y el tenedor. Es preciso, como dice la madre del episodio narrado, preparar bocadillos con lo que estábamos dispuestos a comer.
Tomar el cuchillo y el tenedor para compartir un poco de tiempo visitando a los abuelos, disfrutando de su compañía, y no solamente aprovechando su generosidad. Dejar durante unas horas la televisión o el uso de Internet, o la conexión con el teléfono móvil, para ir al hospital o a la residencia de ancianos y acompañar a quienes están aquejados de cualquier enfermedad o viven solos rodeados solamente de recuerdos.
Tomar el cuchillo y el tenedor y aligerar el presupuesto destinado a gastos innecesarios y superfluos cuando recordamos a tantas personas que no tienen trabajo, ni tierra ni techo, o sufren una grave carencia de agua potable. La mala calidad del agua disponible para los pobres provoca muchas muertes todos los días.
Tomar el cuchillo y el tenedor recordando a quienes, en el mundo actual, no tienen acceso a infraestructuras y servicios básicos: baños, alcantarillado, desagües, recolección de residuos, luz, caminos.
Tomar el cuchillo y el tenedor, porque no podemos mirar hacia otra parte, fingiendo que no existen problemas a nuestro alrededor. Queremos compartir lo que tenemos, con amor cristiano, con todos los que encuentran innumerables obstáculos para vivir una vida digna.
Tomar el cuchillo y el tenedor porque estamos llamados a compartir lo indispensable, no solamente lo superfluo. No podemos ser indiferentes ante quienes huyen de sus países de origen buscando unas condiciones de vida más humanas. Hay muchos niños que sufren los efectos del hambre y la desnutrición. Sabemos que hay comida para todos, pero no todos pueden comer. No podemos seguir instalados en el derroche, el descarte y el consumo excesivo. Hay quienes tienen hambre de pan y sed de agua, pero también hay muchas personas que tienen hambre de dignidad.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca