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ESperamos al Señor (23-12-2018)

ESPERAMOS AL SEÑOR
     
      Queridos hermanos en el Señor:
      Os deseo gracia y paz.
    
      Benedicto XVI escribió en la Encíclica Spe salvi: “Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino” (nº 1).
      Adviento llega a su término. Adviento es tiempo de esperanza. Pero nos preguntamos: ¿A quién esperamos? ¿Vivimos una esperanza genuinamente cristiana? ¿Esperamos a Jesucristo o debemos esperar a otros?
      Hay muchas formas de esperar y no todas las esperas se identifican con la esperanza cristiana. Veamos algunos tipos de entre la gran variedad de posibilidades que existen.
      1) Muchas personas esperan un golpe de fortuna que les solucione sus problemas económicos: facturas, deudas, plazos, hipotecas. Otras emplean grandes cantidades de dinero en los juegos de azar. De esta manera se generan ludopatías, severas dependencias que acaban con la estabilidad personal y el equilibrio familiar. Vivir pendientes de la suerte puede conducir a la ruina. Los bienes nunca resultan suficientes. Quien más tiene, siempre busca aumentar sus posesiones. 
      2) Hay quien espera con ansia el fin de semana para evadirse con la diversión desenfrenada, el consumo incontrolado de alcohol, la búsqueda incesante de nuevas experiencias, el coqueteo con las drogas, los efímeros vínculos afectivos. En definitiva, un salir de sí mismos que no lleva a ninguna parte y produce insatisfacción, agotamiento y tristeza.
      3) Conocemos casos de personas obsesionadas por alcanzar dominio y poder. Trepan sin escrúpulos saltando por encima de cualquiera. Consideran a los demás como rivales, enemigos, obstáculos. Esperan alcanzar puestos. Desean deslumbrar con un brillo postizo, momentáneo, de purpurina.   
      4) Existe un modo diferente de esperar que significa caminar en dirección hacia lo que se espera. Pensar un poco en los demás. Encontrar tiempo para ponerse a disposición de quienes nos rodean. Atender los reclamos, escuchar los gemidos, prestar atención a las lágrimas, ser presencia que acompaña.
      5) Algunas personas, desde las habitaciones de los hospitales o las salas de las residencias, esperan una muestra de cariño, una visita largamente anhelada, un momento de cálida y cordial conversación, una atención empática. Necesitan ser escuchadas y compartir tiempo, anécdotas, retazos de vida.
      6) Se puede esperar activamente al Señor que se acerca. Es posible reorientar toda la vida buscando el viento favorable del Espíritu que anuncia un nuevo amanecer en la noche de la humanidad. No es una utopía aguardar con el aceite en las alcuzas, superando el sueño con la vigilancia responsable y participativa.
      El Señor está cerca. Pero el signo de su presencia es un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Todo encuentro con Él pasa por la sencillez y la humildad de Belén. No hay rutas alternativas. No hay atajos.
      Un niño se nos ha dado. Este es el dato primordial. ¿Le buscamos? ¿Le reconocemos? ¿Le adoramos? ¿Le amamos? ¿Nos entregamos a Él? Porque de Él lo recibimos todo. En Él todo se nos concede, de una vez y para siempre. Él es la Palabra definitiva, el sello de la historia, la plenitud del tiempo, el cumplimiento de nuestra esperanza.    
        
      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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