El bautismo de Jesús y los bautismos (13-1-2019)
EL BAUTISMO DE JESÚS Y LOS BAUTISMOS
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Con la fiesta del Bautismo del Señor concluye el tiempo de Navidad. Hoy podemos dirigir una mirada amplia desde el bautismo de Jesús, pasando por nuestro propio bautismo, hasta la incorporación de nuevos miembros a la Iglesia y el bautismo de sangre de los mártires.
1) En primer lugar, el bautismo de Jesús en el que es proclamado como Hijo amado de Dios. Cumpliendo toda justicia, el que es perfecto, intachable, y no necesita arrepentimiento, se sitúa junto a los necesitados de conversión. Jesús comienza su vida pública con su bautismo por Juan en el Jordán. Cuando viene a hacerse bautizar por Juan una multitud de pecadores, publicanos, soldados, fariseos y saduceos, entonces aparece Jesús. El Bautista duda, Jesús insiste y recibe el bautismo. El Espíritu Santo, en forma de paloma, viene sobre Jesús y la voz del cielo lo proclama como Hijo amado. El Espíritu, que Jesús posee desde su concepción, viene a posarse sobre Él. Y las aguas quedan santificadas por el descenso de Jesús y del Espíritu como preludio de la nueva creación.
El bautismo de Jesús significa la aceptación y la inauguración de su misión como Siervo doliente. Viene a realizar toda justicia sometiéndose a cumplir la voluntad del Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados.
2) Nuestro bautismo, del cual no conservamos recuerdo, aunque mantenemos una memoria vital, pues dejó una huella imborrable en el corazón de cada uno de nosotros. Aquel día marcó un antes y un después. En aquella jornada quedamos asimilados sacramentalmente a Jesús. Fuimos bautizados en la muerte de Cristo Jesús. Fuimos sepultados con Él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminásemos en una vida nueva. Nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo para que viviésemos con Él. El bautismo nos convirtió en una nueva creación, hijos adoptivos de Dios, partícipes de la naturaleza divina, miembros de Cristo, coherederos con Él y templos del Espíritu Santo.
3) El bautismo misionero a través del cual la Iglesia se dilata por todas las naciones y por todos los siglos. El bautismo incorpora a la Iglesia. De las fuentes bautismales nace el único pueblo de Dios de la Nueva Alianza que trasciende todos los límites naturales o humanos de las naciones, las culturas, las razas y los sexos. Los bautizados se convierten en piedras vivas para la construcción de un edificio espiritual y participan del sacerdocio de Cristo, de su misión profética y real. El bautismo es el sello de la vida eterna.
No debemos quedarnos con los brazos cruzados cuando hay tantas personas que no han oído hablar de Jesucristo, ni han escuchado sus palabras de vida, ni han admirado sus milagros, ni han experimentado su cercanía, ni han disfrutado de su gracia, ni han recibido el bautismo.
4) El bautismo de sangre de aquellas personas que entregan su vidas como mártires, testigos esperanzados, anunciadores del cielo nuevo y de la tierra nueva, que llegan a ser voz apagada y silencio elocuente en las vibrantes páginas de la historia, discípulos predilectos del Señor. Su sangre fecunda los siglos. Los mártires vienen de la gran tribulación y han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios dándole culto día y noche. Dios enjugará toda lágrima de sus ojos y para ellos no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor. El Creador del mundo, el que modeló a cada mártir en su nacimiento y proyectó el origen y la meta de todas las cosas, les devolverá el espíritu y la vida con misericordia.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.