¡Oh, Padre, haz que surjan vocaciones al sacerdocio! (17-3-2013).

“¡OH, PADRE, HAZ QUE SURJAN VOCACIONES AL SACERDOCIO!”    

     Queridos hermanos en el Señor:
    Os deseo gracia y paz.      “Oh, Padre, haz que surjan entre los cristianos numerosas y santas vocaciones al sacerdocio, que mantengan viva la fe y custodien la seductora memoria de tu Hijo Jesús mediante la predicación de su Palabra y la administración de los sacramentos, con los que tú renuevas continuamente a tus fieles”.
      Estas palabras de Benedicto XVI, que son el comienzo de la oración para el Día del Seminario 2013, resonarán en nuestras iglesias, en las capillas de las comunidades religiosas, en nuestros hogares, en los centros educativos, en los hospitales, en los ámbitos en los que se atiende a los ancianos y necesitados. Y, de un modo especial e intenso, en el corazón de todos y cada uno de nuestros seminaristas.
      Hacia ellos volvemos nuestra mirada. Con ellos es una mirada orante, para que Dios Padre siga suscitando numerosas y santas vocaciones al sacerdocio. El Día del Seminario es, fundamentalmente, una jornada de oración. Nuestra plegaria brota de una situación suficientemente conocida y valorada, y pastoralmente apasionante y esperanzada. Rezamos para que el Señor nos conceda vocaciones santas, capaces de vivir la perfección del amor con los rasgos de renuncia, sencillez y transparencia de corazón.
      Por ellos, nuestra mirada será atenta, para acompañarles en su proceso de discernimiento, para animarles en el crecimiento y fortalecimiento de su fe, y en la consolidación gozosa de su respuesta a la llamada de Dios.
      Para ellos, nuestra mirada seguirá siendo generosa, de modo que puedan experimentar, una vez más, la cercanía de toda la comunidad cristiana, que experimenta como propias sus necesidades y procura dar respuesta a todo lo que resulta imprescindible para que puedan profesar, celebrar, vivir y orar la fe, como seguimiento incondicional de Jesucristo y gozoso servicio en la Iglesia, con un estilo de vida pobre y austero.
      A través de ellos se va abriendo el futuro para nuestra Iglesia. Lo que seremos mañana, como comunidad peregrina, lo comenzamos a ser ya desde ahora cuando reforzamos los lazos de la comunión y abrimos nuestros corazones a quienes expresan un ideal de vida que se basa en el amor, la disponibilidad y la actitud de servicio.
      Nuestros seminaristas desarrollan un proceso formativo que les lleva cada día a ir a la raíz del amor a Jesucristo con un corazón indiviso, sin anteponer nada a ese amor. El encuentro personal con Cristo, que alimenta su vocación, se refleja con toda su fuerza transformadora en sus vidas, llamadas a una entrega incondicional.
      El seguimiento de Jesucristo se expresa en la comunión filial con la Iglesia, hogar de los hijos de Dios que Cristo edifica constantemente con su Espíritu.
      Los seminaristas están llamados a participar en la misión. Se preparan para la misión y desempeñan tareas de responsabilidad, adaptadas a sus actuales posibilidades.
      Los seminaristas se sienten llamados por Jesucristo. Han escuchado su voz y, atraídos por la mirada amorosa del Señor, avanzan con alegría hacia el ministerio que les sitúa al servicio de la Iglesia y de los hombres.  
      
      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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