Nuestra Pascua inmolada es Cristo, el Señor. (31-3-2013)
NUESTRA PASCUA INMOLADA ES CRISTO, EL SEÑOR
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz. Una Buena Noticia desciende de lo alto, como la luz del sol, llena de esperanza y de alegría: ¡Ha resucitado! Una gozosa noticia ilumina a toda la humanidad y llega en el momento en que se viven dramáticas experiencias de angustia, de soledad, de enfermedad, de sufrimiento y de muerte.
El gozo de la Pascua es siempre fuente de paz, manantial de reconciliación, hontanar de amor. La Pascua es la fiesta por excelencia, la única fiesta, la fiesta total.
La Pascua, como la semilla respecto al árbol, es el núcleo original de todo el año litúrgico. Todas las celebraciones nacen de la Pascua. Todo el desarrollo de las verdades de la fe y de las reflexiones teológicas tiene en la Pascua su manantial. Porque nuestra Pascua es Cristo. Y Cristo es toda la gracia y toda la verdad.
La Pascua no es un simple recuerdo, no es el sedimento borroso de una pasajera experiencia espiritual. A través de nuestra participación en el misterio pascual vivimos el acontecimiento original y extraordinario de nuestra inserción en la muerte y resurrección de Jesucristo.
La Pascua de Cristo no es sólo un suceso que acontece dentro de la historia. Es un acontecimiento que funda y configura la historia. Es el nuevo Génesis que hace nuevas todas las cosas.
Hay un doble aspecto en el misterio pascual: Cristo, por su muerte, nos libera del pecado; por su resurrección, nos abre el acceso a una nueva vida
Estamos llamados a vivir con espíritu de alegría y humildad, profunda sencillez y fidelidad el mensaje pascual, mensaje de vida.
Las mujeres que fueron al sepulcro el primer día de la semana escucharon este mensaje: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado” (Lc 24,5-6).
Con sencillez y claridad, se nos dice, también a nosotros, que Cristo crucificado está vivo, ha resucitado. Y de ello somos testigos. Desde entonces, la Iglesia no ha dejado de proclamar esta “buena nueva”. Es urgente e imprescindible que todos los hombres conozcan y encuentren a Cristo, crucificado y resucitado, y se dejen conquistar por Él. A cuantos lo acogen les abre el corazón a la alegría verdadera que renueva, embellece y enriquece de esperanza la existencia humana.
La vida cristiana es radicalmente vida pascual. Es hacer el camino de Jesús, reproducir su imagen, actualizar en la propia vida los misterios de su vida.
El pregón pascual canta: “¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!”. Y reconoce: “¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de ente los muertos”. Por ello, exhorta: “Alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante”.
En verdad, ha resucitado el Señor. A él la gloria y el poder por toda la eternidad.
¡Feliz Pascua!
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca