Con María en el Mes de Mayo. (28-4-2013)

 

CON MARÍA EN EL MES DE MAYO

      Queridos hermanos en el Señor:  Os deseo gracia y paz.

       El Año de la Fe se va desarrollando como propuesta y oportunidad de gracia, como ocasión propicia para el fortalecimiento y el testimonio de la fe. Durante este tiempo tenemos la mirada fija en Jesucristo. En Él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano.  Como al discípulo amado, el Señor nos dice, también hoy: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19,27). Y nos corresponde a nosotros hacerle sitio en nuestra casa, en el hogar de nuestro corazón, en el espacio de nuestro vivir cotidiano.       En el mes de mayo experimentamos con mayor intensidad la cercanía y la intercesión de la Madre de Dios y nuestra Madre. Nos volvemos a encontrar con ella con amor filial.       A través de una gran variedad de iniciativas, el pueblo sencillo renueva su homenaje de gratitud y reconocimiento a la Virgen. Especialmente, la oración, la celebración del misterio de su vida, misterio que es fuente de alegría y esperanza para todos los cristianos que vivimos nuestra condición de peregrinos.       

        La Carta apostólica Porta fidei nos recuerda los rasgos fundamentales de la fe de la Virgen: “Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1,38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1,46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2,6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2,13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19,25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2,19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1,14; 2,1-4)” (nº 13).      

       En la Virgen María brilla la dignidad de todo ser humano, que siempre es precioso a los ojos del Creador. Quien fija en ella su mirada no pierde la serenidad, por más duras que sean las pruebas de la vida. Quien recurre a ella redescubre la belleza de la verdad y del amor, y vuelve a encontrar el camino que lleva a la casa del Padre.       En el mes de mayo agradecemos a la Virgen su intercesión en favor de la Iglesia. Ella, que abrazando sin reservas la voluntad divina, se consagró con todas sus energías a la persona y a la obra de su Hijo, nos enseña a guardar en nuestro corazón y a meditar en silencio, los misterios de la vida de Cristo.      

       San Bernardo escribió estas bellas palabras: “En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. Que no se aleje María de tu boca. Que no se aleje de tu corazón. Y para alcanzar su ayuda intercesora, no te separes de los ejemplos de su virtud. No te extraviarás si la sigues; no te desesperarás si le rezas, no te perderás si piensas en ella. Si ella te da la mano, no caerás; si te protege, no deberás tener miedo de nada, no te cansarás si es tu guía, llegarás a puerto felizmente si ella te ampara”.

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

 

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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