Padrenuestro (30-6-2013)

PADRENUESTRO

      Queridos hermanos en el Señor:  Os deseo gracia y paz.        

       San Cipriano afirma que Jesucristo quiso resumir en un sublime compendio todas sus enseñanzas, para no sobrecargar la memoria de los que aprendían su mensaje y para que aprendiesen con facilidad lo elemental de la fe cristiana.  Según Tertuliano, el Padrenuestro es el “resumen de todo el Evangelio”. El Padrenuestro es la más perfecta de las oraciones, el corazón de la Sagrada Escritura.       Jesucristo es el Maestro y el Modelo de nuestra oración. Como Verbo encarnado, conoce en su corazón de hombre todas nuestras necesidades y las concentra en la oración fundamental de la Iglesia.       

        En el tratado de san Cipriano sobre el Padrenuestro encontramos textos que nos interpelan profundamente. Seleccionamos algunos muy valiosos:      

1) “Las palabras del que ora han de ser mesuradas y llenas de sosiego y respeto. Pensemos que estamos en la presencia de Dios. Debemos agradar a Dios con la actitud corporal y con la moderación de nuestra voz. Porque, así como es propio del falto de educación hablar a gritos, así, por el contrario, es propio del hombre respetuoso orar con un tono de voz moderado. El Señor, cuando nos adoctrina acerca de la oración, nos manda hacerla en secreto, en lugares escondidos y apartados, en nuestro mismo aposento, lo cual concuerda con nuestra fe, cuando nos enseña que Dios está presente en todas partes, que nos oye y nos ve a todos y que, con la plenitud de su majestad, penetra incluso los lugares más ocultos”.      

2) Cuando pedimos: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, lo hacemos “no en el sentido de que Dios haga lo que quiera, sino de que nosotros seamos capaces de hacer lo que Dios quiere”.       “La voluntad de Dios es la que Cristo cumplió y enseñó. La humildad en la conducta, la firmeza en la fe, el respeto en las palabras, la rectitud en las acciones, la misericordia en las obras, la moderación en las costumbres; el no hacer agravio a los demás y tolerar lo que nos hacen a nosotros, el conservar la paz con nuestros hermanos; el amar al Señor de todo corazón, amarlo en cuanto Padre, temerlo en cuanto Dios; el no anteponer nada a Cristo ya que Él nada antepuso a nosotros; el mantenernos inseparablemente unidos a su amor, el estar junto a su cruz con fortaleza y confianza; y, cuando está en juego su nombre y su honor, el mostrar en nuestras palabras la constancia de la fe que profesamos, en los tormentos, la confianza con que luchamos y, en la muerte, la paciencia que nos obtiene la corona. Esto es ser coherederos de Cristo, esto es cumplir el precepto de Dios y la voluntad del Padre”.  

3) “No es de extrañar, queridos hermanos, que la oración que nos enseñó Dios con su magisterio resuma todas nuestras peticiones en tan breves y saludables palabras”.      

       El Padrenuestro hace surgir de nuestros corazones siete peticiones. Las tres primeras nos llevan hacia Dios: “tu Nombre, tu Reino, tu Voluntad”. Lo propio del amor es pensar primeramente en Aquél que amamos. Las tres primeras peticiones nos llenan de fe, esperanza y caridad.      

       El segundo grupo de cuatro peticiones son la ofrenda de nuestra mirada. Decimos en plural: “danos”, “perdónanos”, “no nos dejes caer”, “líbranos”. Suplicamos para que nuestra vida sea alimentada y perdonada, preservada de la caída y librada del mal.        

       Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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