Nuestros hermanos sacerdotes ancianos (13-10-2013)

NUESTROS HERMANOS SACERDOTES ANCIANOS

      Queridos hermanos en el Señor:  Os deseo gracia y paz.

      Nuestros sacerdotes mayores han ido envejeciendo a base de mucho sacrificio personal, de una entrega incondicional y de una gran capacidad de trabajo.  En sus conversaciones habituales rememoran los tiempos pasados en el Seminario, tiempos de privaciones, de escasez material, de convivencia, de estudio serio, de grandes profesores cuya talla intelectual y educativa queda engrandecida con el paso de los años.  En sus fotografías más antiguas aparecen sus padres, sus familiares directos y el grupo más grande del círculo de parientes. Muchas de esas personas ya han fallecido. Casi todas. El recuerdo se vuelve lágrima furtiva, la memoria evoca vínculos que el paso del tiempo no desdibuja.  Algunos de nuestros sacerdotes más ancianos continúan trabajando con ilusión. Parecen hechos de un material distinto, más recio, más fuerte, más firme. Viven una especie de nobleza de espíritu. Están siempre disponibles. Aprendieron una serie de virtudes que quedaron plasmadas en los más recónditos pliegues de su personalidad.      

     Otros han experimentado el zarpazo de la enfermedad. Algunos achaques, débiles al principio, se han vuelto crónicos. La salud ya no responde. El organismo ha dejado de ser joven. Sus posibilidades físicas son limitadas.      

     Todos ellos merecen nuestro reconocimiento, nuestra sincera gratitud. La catequesis, la religiosidad popular, las celebraciones litúrgicas, la oración personal, la atención del despacho parroquial, la visita a los enfermos y un gran número de actividades han llenado de color y sentido sus jornadas.      

     En las poblaciones más insignificantes de nuestra diócesis llevaron a cabo iniciativas de carácter social, cursos de promoción de la mujer, de mecanografía, de costura, de alfabetización de adultos. Los primeros televisores llegaron a los clubes parroquiales de los pueblos. Las cooperativas aglutinaron esfuerzos y encauzaron nuevas formas de rendimiento en la producción agrícola.      

       Los sacerdotes han utilizado los medios de locomoción que han marcado un progreso sucesivo en el sistema de comunicación a través de los senderos, caminos y carreteras. Para cumplir con sus obligaciones pastorales se han desplazado a pie, en asno o caballería, en bicicleta, en moto, en los primeros utilitarios, en vehículos de diversos modelos y en cualquier otro medio que les permitiese acudir para atender, acompañar y alentar la fe de sus feligreses.      

       También reconocen sus incertidumbres, su preocupación respecto de las generaciones jóvenes, su inquietud por el futuro.       Con su entrega han escrito páginas ejemplares de disponibilidad y dedicación, de adhesión confiada a Jesucristo y de participación convencida en la vida y la misión de la Iglesia.      

       Son mayores, pero siguen siendo sacerdotes. Son ancianos, pero continúan siendo nuestros hermanos más queridos y necesitados. Son presbíteros, en el más pleno sentido de la palabra.      

      A todos ellos, ¡gracias! Con el ejemplo de todos ellos es posible afrontar con ilusión la labor de cada día. Rezamos por todos ellos. Nos sentimos unidos a todos ellos.         

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

 

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