Carta de los obispos de Aragón sobre la Vocación al Apostolado Seglar (15-12-2013)

El pasado 24 de noviembre, Domingo de la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el Santo Padre el Papa Francisco clausuraba en Roma, junto con las Iglesias particulares de todo el Orbe, el Año de la fe. 

Siguiendo las huellas del Siervo de Dios, el Papa Pablo VI, y del Beato Papa Juan Pablo II, Benedicto XVI convocó en 2011 el Año de la fe para que el Pueblo de Dios rememorara con exactitud el contenido de la fe y, sobre todo, testimoniara la persona de Jesucristo, en su doble naturaleza divina y humana, que es lo que hay que creer (objeto de la fe), a quien hay que creer (motivo y causa de la fe) y a quien hay que seguir con la mente y con el corazón en vida y en muerte (causa final de la fe); para que la fe se purificara, tanto en su objeto (fides quae) como en su acto (fides qua), contemplándola a la luz del Concilio y del Catecismo de la Iglesia; y, para que, revitalizada y purificada, fuera confesada plenamente de nuevo y anunciada con fuerza y vigor a todas las gentes (Nueva Evangelización). Y, tras la clausura del Año de la fe, ha venido el Adviento, cuya tercera semana comienza hoy y uno de cuyos contenidos capitales es la conversión a la fe verdadera.

En el horizonte, pues, del Año de la fe y de la llamada a la conversión que nos dirige el Adviento convirtámonos, y convirtámonos a Cristo, núcleo de nuestra fe, y a su Iglesia, cuya necesidad para la salvación de los hombres fue afirmada por el propio Cristo. ¿Qué hemos de hacer los cristianos después del Año de la fe? ¿Qué han de hacer los consagrados: religiosos y seculares? ¿Qué habremos de hacer los sacerdotes, partícipes, por medio de los grados sacerdotales del sacramento del Orden, del sacerdocio ministerial del Señor? Y, finalmente, ¿qué han de hacer los fieles laicos? A todos nos pide Cristo, en el fondo, la misma cosa: que, anunciando el Evangelio a todos los hombres, contribuyamos a su santificación mientras que obtenemos también nosotros, heraldos del Evangelio, el don de la santidad.

Ahora bien, la misión de transmitir la fe y de vivirla cobra un carácter distinto en los cristianos según el estado o la vocación que cada uno haya abrazado en la Iglesia siguiendo la voluntad de Dios. Así las cosas, los obispos de las Iglesias particulares de Aragón hemos creído oportuno dirigir una palabra de aliento, en este tiempo inmediatamente posterior a la clausura del Año de la fe, a todos los fieles cristianos, pero de un modo especial a los fieles cristianos seglares, a los laicos, aprovechando la feliz coyuntura del cumplimiento, en 30 de diciembre de este año, del XXV aniversario de la publicación de la exhortación apostólica post-sinodal “Christifideles laici”.

En efecto, “fieles cristianos seglares” fue el título dado por Juan Pablo II a aquella tan magnífica exhortación apostólica post-sinodal en la que nos ofreció el fruto del Sínodo general de los obispos sobre la vocación cristiana y apostólica de los laicos en la Iglesia y en el mundo.
Han pasado veinticinco años desde entonces y creemos conveniente traer de nuevo a la memoria las enseñanzas de aquella exhortación apostólica con la que el Papa quiso desarrollar la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la vocación cristiana y apostólica de los laicos cristianos. 

Traemos aquéllas a la memoria con la intención de avivar en nuestras Iglesias diocesanas la vocación al apostolado, que está indisolublemente unida a la existencia cristiana. En este sentido, las enseñanzas del Concilio son muy precisas e interpelantes, «porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado. Así como en el conjunto de un cuerpo vivo no hay miembros pasivos, de igual manera ocurre en el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Son tan estrechas la conexión y la trabazón de los miembros en este Cuerpo, que el miembro que no contribuye según su propia capacidad al aumento del cuerpo debe ser tenido como inútil para la Iglesia y para sí mismo» (AA 2). A lo largo del Año de la fe y siguiendo la invitación del Papa Benedicto XVI, hemos vuelto a meditar los textos conciliares. Creemos que dar un nuevo impulso a la vocación apostólica de nuestros fieles cristianos ha de ser un fruto precioso de la celebración de este Año singular.

Por ello os invitamos, muy queridos hermanos y hermanas, hijos e hijas, a reflexionar sobre el vigor que actualmente tiene en vosotros la vocación apostólica, a confrontaros con las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre este punto y a buscar, con la participación de todos, iniciativas que nos lleven a impulsar el apostolado, tanto el que cada fiel cristiano puede y debe desarrollar de forma individual como el apostolado asociado, que tiene una particular importancia por manifestar «mejor la comunidad de la Iglesia» y por resultar «más eficaz» en las circunstancias de la sociedad en que vivimos (cf AA 20). 

Entre los muchos retos que tienen nuestras Iglesias, la promoción del apostolado asociado no es el menor. Es preciso que, conforme a la llamada del Concilio Vaticano II y de la exhortación apostólica “Christifideles laici”, el apostolado seglar asociado recobre vitalidad y se aplique con decisión a secundar los objetivos que la Iglesia le propone para la propagación del Reino de Cristo y para la vida del mundo.

Os convocamos, pues, a secundar las tareas que las Delegaciones de Apostolado Seglar de nuestras Diócesis aragonesas os van a proponer para el presente curso, con la intención de llegar a un Encuentro regional el sábado, día 24 de mayo de 2014, en Zaragoza, que sirva para impulsar en todos vosotros la vocación apostólica. Con gran fe en vosotros y con gran amor a vosotros os impartimos la bendición de Dios.

Domingo, 15 de diciembre de 2013,III DOMINGO DE ADVIENTO.


† Manuel Ureña Pastor, arzobispo de Zaragoza
† Alfonso Milián Sorribas, obispo de Barbastro-Monzón
† Carlos Escribano Subías, obispo de Teruel y de Albarracín
† Julián Ruiz Martorell, obispo de Huesca y de Jaca
† Eusebio Hernández Sola OAR, obispo de Tarazona

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