Iglesia en salida. (9-3-2014)
IGLESIA EN SALIDA
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Con el Miércoles de Ceniza hemos comenzado juntos una comprometedora y gozosa peregrinación. Nos hemos puesto en marcha en clave misionera, como “Iglesia en salida”, según afirma el Papa Francisco en la Exhortación apostólica “Evangelii gaudium” (EG). Abraham, Moisés y Jeremías experimentaron este dinamismo de salida. También los setenta y dos discípulos y el mismo Jesús vivieron la alegría misionera del Evangelio.
“Salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos” (EG 24) es consecuencia de haber experimentado previamente que el Señor ha tomado la iniciativa, nos ha precedido en el amor.
El Papa Francisco recoge una frase de Benedicto XVI: “Es importante saber que la primera palabra, la iniciativa verdadera, la actividad verdadera viene de Dios y sólo si entramos en esta iniciativa divina, sólo si imploramos esta iniciativa divina, podremos también ser -con Él y en Él- evangelizadores” (EG 112).
Durante la Cuaresma “el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario” (EG 35).
El mundo solicita de los cristianos que le hablemos de Dios con el lenguaje del testimonio. Se trata de irradiar, de manera sencilla, alegre y espontánea, la fe que nos motiva, la esperanza que nos ilusiona y la caridad que nos compromete. Es el testimonio de la vida, que va unido a un anuncio explícito, claro e inequívoco del Señor Jesús. El primer anuncio suena así: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” (EG 164).
El anuncio alcanza su plena dimensión cuando es escuchado, aceptado, asimilado y cuando hace nacer en quien lo ha recibido una adhesión de corazón.
La Iglesia “en salida” es una Iglesia con las puertas abiertas (EG 46). En nuestra peregrinación cuaresmal sentimos junto a nosotros los pasos de muchas personas, con sus avances, paradas y retrocesos. No estamos solos en esta alegre andadura. No podemos abandonar en su soledad a quienes necesitan escuchar una palabra de aliento y sentir una presencia que reconforta. El acompañamiento exige largas esperas, generosa paciencia y aguante apostólico. El Papa Francisco nos exhorta: “la Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario” (EG 169).
Junto a nosotros caminan personas que no conocen a Jesucristo. Hay otras muchas que han sido bautizadas, pero viven como si Dios no existiera. Hay muchos que viven una religiosidad superficial ajena a compromisos permanentes y testimonios vitales de cada día. Y vemos a nuestro alrededor un innumerable grupo de marginados, sin techo, toxicodependientes, inmigrantes, huérfanos, desamparados, ancianos olvidados, parados de larga duración, enfermos sin compañía, niños a los que no se les deja nacer, jóvenes llenos de cosas y carentes de afecto. Descubrimos nuevas formas de pobreza y de fragilidad que reflejan el rostro de Cristo sufriente.
La Cuaresma es un tiempo propicio para aprender el arte del acompañamiento.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca