"Jesucristo, fuente y fundamento de valores" (11-4-2014)

“JESUCRISTO, FUENTE Y FUNDAMENTO DE VIRTUDES Y VALORES”            

     Queridos hermanos en el Señor:  

     Os deseo gracia y paz.        

     La enseñanza escolar de la Religión católica es un ejercicio de la libertad religiosa y del derecho a la educación de los hijos por parte de los padres, según sus propias convicciones religiosas y morales.      

     Los padres de los alumnos en edad escolar cada año ejercen libre y responsablemente este derecho, y es elevado el número de quienes los inscriben en clase de Religión.      

     La enseñanza religiosa ha de ser una asignatura equiparable a las fundamentales, de oferta obligatoria para los centros y voluntaria para los alumnos, y el hecho de recibir o no recibir esta enseñanza no ha de suponer discriminación académica alguna en la actividad escolar.      

     Para animar la inscripción en la clase de Religión, el título de la campaña de este año es muy sugerente: “Jesucristo, fuente y fundamento de virtudes y valores”.      

     Conocer a Jesucristo permite comprender mejor nuestra cultura. La arquitectura, la escultura, la pintura, la música, el calendario, las procesiones, las peregrinaciones y multitud de elementos culturales significativos tienen en Jesucristo su punto de referencia más importante.      

     Las catedrales, los santuarios, las parroquias, las ermitas, los monasterios, los conventos, los museos, y otros muchos espacios, son lugares donde emergen virtudes y valores en el tejido urbano o rural.       

     Porque entendemos que Jesucristo es realmente valioso, pensamos que es mejor conocerle, saber lo que dice, escuchar su mensaje, comprender su estilo de vida, adherirse a su persona, reconocer e imitar sus virtudes.       De nada sirve enseñar si no se vive bajo el signo de la virtud que se enseña. No basta con saber si no se vive lo que se sabe, porque lo realmente importante es la vida.      

     San Pablo nos exhorta: “todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta” (Flp 4,8). La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no solo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. La persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige, con todas sus fuerzas, a través de acciones concretas.      

     Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos. Nos proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida equilibrada y buena.      

      La persona es un valor en sí misma y cada persona es un sujeto absoluto de valores.  Los valores mueven el corazón, imantan la vida, nos hacen existir, ser, movernos, actuar, colaborar, edificar la sociedad, construir un mundo más justo y fraterno.      

      Los valores no se presentan de una manera inconexa, sino que están articulados entre sí. Jesucristo es el origen, el camino y la meta, el centro de los valores. La tradición cristiana nos dice que la persona llega a su plenitud si realiza el seguimiento de Cristo.      

      Las virtudes y los valores nos permiten salir del subsuelo de la existencia, de una vida padecida al límite, hasta alcanzar un nuevo horizonte. El objetivo de una vida virtuosa y valiosa consiste en llegar a ser semejante a Jesucristo, fuente y fundamento de virtudes y valores.        

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

 

+Julián Ruiz Martorell, obispo  de Jaca y de Huesca

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