CARTA DE LOS OBISPOS DE ARAGÓN CON MOTIVO DEL "DIA DE LA EDUCACIÓN EN LA FE". (28-9-2014)
Carta Pastoral de los Obispos de Aragón con motivo de la celebración del "Día de la educación en la fe" en nuestras diócesis
Hay más alegría en dar que en recibir
Con motivo de la Jornada de la Educación en la Fe que celebramos el próximo domingo día 5 de octubre, los Obispos de las diócesis de Aragón nos dirigimos, con gozo y gratitud, a todos vosotros: padres y madres de familia, catequistas, sacerdotes, profesores de religión, que lleváis adelante la tarea de educar la fe de los niños y de los jóvenes. La misión que la Iglesia os ha encomendado es muy hermosa y nada fácil: conseguir que ellos sepan que Dios les ama mucho y que aprecien lo que esto vale.
El Evangelio, nos dice el Papa Francisco, es el mensaje más hermoso que puede recibir nuestro mundo. Todos tienen el derecho de conocerlo, y vosotros, los educadores de la fe, habéis sido enviados para comunicarlo en el seno de vuestras familias, en la catequesis y en las clases de religión, con vuestras enseñanzas y también con vuestra vida, pues la fe en Jesucristo resucitado es, ante todo, vida, y los conocimientos sirven para ilustrar y descubrir la racionabilidad de esa vida.
Por esto queremos recordaros que sois educadores de la fe en todo momento, lo mismo que se es padre o madre siempre, sin interrupción. El Papa nos viene pidiendo con insistencia que salgamos a anunciar la alegría del Evangelio a todo el mundo y que no nos encerremos en el templo. Recordad aquella estimulante confesión que él hizo al comienzo de su pontificado: «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades (…) Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras (...) Hay una multitud de hambrientos, y Jesús nos repite sin cansarse: dadles vosotros de comer».
Sois, pues, una parte muy activa de la Iglesia y estáis llamados a manifestar el amor y la misericordia de Dios a quienes conviven o están cerca de vosotros. En nuestro mundo hay muchas carencias que afectan gravemente a multitudes de hermanos nuestros. Y no olvidemos que la principal de estas carencias es la ausencia de Dios en sus vidas. Tal carencia crea en el hombre la falta de la esperanza, virtud intrínsecamente necesaria para el desarrollo de la vida humana. Y, sin Dios, no hay esperanza posible, pues toda esperanza que no descansa en Dios tiene por objeto los ídolos, y éstos desembocan siempre en la nada. Este convencimiento ha de mover con fuerza nuestro corazón para hablar «a tiempo y a destiempo», buscando y aprovechando toda ocasión propicia para dar a conocer a Jesucristo y la alegría de su salvación.
No os limitéis a desarrollar el proceso catequético de niños y jóvenes. En la medida en que os sea posible, seguid acompañándoles después de las etapas de catequesis. Muchos de vosotros habéis comprobado con gozo la alegría y la gratitud que os manifiestan los que en otro tiempo acompañasteis, y en ocasiones acuden a vosotros con sus dudas, preocupaciones y problemas. Sois para ellos un punto de referencia que les da seguridad en sus vidas.
Todos necesitamos saber que hay personas que no nos fallan y que siempre están dispuestas a ayudarnos. Cultivad esta relación, buscad ocasiones de encuentro, salid como Jesús por los caminos de su vida para fortalecer la fe vacilante de los que dudan o han perdido la esperanza, como hizo Jesús con los discípulos de Emaús. No temáis perder el tiempo. Jesús se detuvo con ellos todo lo que fue necesario hasta que le invitaron a quedarse en su casa.
Os animamos a cultivar vuestro encuentro con Jesucristo. Tal encuentro es fundamental para el educador de la fe, ya que Él es el protagonista, siendo nosotros una humilde mediación para el encuentro con Él. Por eso hemos de dedicar largos ratos a la oración, para experimentar el amor que Dios nos tiene y, desde esta experiencia, ayudar a encender el fuego del conocimiento y del amor a Jesucristo en los corazones de nuestros interlocutores.
Y sed también alegres. Recobrad y acreced la dulce y confortable alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. «Os lo repito: estad siempre alegres», porque «hay más alegría en dar que en recibir», como nos dice san Pablo. Que el Espíritu os conceda el don de la alegría. Gracias por vuestra generosa entrega a la misión evangelizadora que os hemos encomendado.
Recibid nuestro cordial y afectuoso saludo junto con nuestra bendición.
+ D. Manuel Ureña Pastor, Arzobispo de Zaragoza
+ D. Alfonso Milián Sorribas, Obispo de Barbastro-monzón
+ D. Carlos-Manuel Escribano Subías, Obispo de Teruel y de Albarracín
+ D. Julián Ruiz Martorell, Obispo de Huesca y de Jaca
+ D. Eusebio Hernández Sola, Obispo de Tarazona
Zaragoza, 28 de septiembre de 2014